sábado, 23 de febrero de 2013


     Esto de escribir cuando uno quiere, sin tener que pedir disculpas por el retraso, olvido, u otra razón personal que me acontezca, me produce una especial tranquilidad. En alguna parte he dicho cuál habría de ser la frecuencia "ideal" de mis historias: un lapso tan flexible que no me obligara a cumplir con un calendario previo establecido, y es que, desde que pagan por escribir:

"No hay un oficio peor
que el de aquel que está obligado
a escribir (lo quiera o no)". 

   Dicho esto, ahí va el chisneto de esta semana que termina, y que quiero dedicar a mi alumna Amalia.



ALMANZOR CUANDO ESTUVO EN NUESTRA TIERRA

              [I]

Cuando Almanzor estuvo en nuestra tierra,
pidió a sus consejeros que buscaran
diez vírgenes judías que ocuparan
el harén de su alcázar de la sierra.

El encargo les dio no poca lata:
por más que demandaron y buscaron,
sólo nueve judías encontraron
(si se entera Almanzor, igual los mata).

Tenían que encontrar a una suplente,
y uno de aquellos sabios sugirió
pedir a un mariquita del terreno

que aceptara pasarse por la ausente.
Finalmente, hubo uno que accedió,
tras oír lo que dijo el sarraceno:

              [II]

«Llevarás una rubia cabellera,
vestirás una túnica dorada,
serás, con mil fragancias, perfumada,
y tendrás, cómo no, buena pechera

Quedóse el mariquita cautivado,
y el día de la prueba, ante la cata,
se relamió de gusto como gata.
«¿Se mostrará Almanzor apasionado?»

El moro, que era un hombre muy castizo,
decidió examinar la mercancía
y ver su contenido cogedizo.

Por eso le chocó aquella judía:
¿aquel vivo pellejo era un postizo?
Y, al fin, pregunta el fiero ismaelita:

“¿También eres judía, jovencita?”
Y dice el maricón: “Sí, tío macizo,
soy judía del Barco [1], ¡y con chorizo!”



[1] De El Barco de Ávila.









lunes, 11 de febrero de 2013



LOS NIÑOS DE UNA ESCUELA MARBELLÍ

                 [I]
Entre las novedades más recientes
que la Junta Rectora ha establecido
en Marbella, ese pueblo tan sufrido
que se baña en un mar de aguas argentes,

está la fundación de instituciones
regidas por el gran precepto humano:
Fomentar la igualdad del ciudadano
a todos los niveles y extracciones.

Esto dicho, podremos comprender
la historia que os relato en este día
y que, ha poco, me diera a conocer

mi cuñado guasón, Félix García,
que se la oyó al sobrino de un amigo
que, a su vez, la escuchó de un fiel testigo.

                [II]

Contaba que, en la escuela comunal,
aquella a la que van pobres y ricos,
foráneos y nativos, chicas, chicos,
a aprender con provecho y por igual,

en clase de lenguaje, el profesor
explicó un ejercicio consistente
en usar la expresión probablemente
según este modelo inspirador:

“No encuentro mi bolígrafo chapado,
probablemente lo dejé en el traje”.
Le llegó, pues, el turno al pupilaje:

“Te toca, Borja Luis”. Y el mencionado:
“Mi padre va en un porsche de viaje,
probablemente el rolls esté averiado”.

                 [III]

Muy bien —dijo el maestro—, todavía
oiremos más ejemplos. Tú, Anaís”.
“Mi madre, con Iberia fue a París,
probablemente el jet lo prestaría”.

El ejemplo siguiente, el de Cipriano,
un alumno oriundo de Marbella,
provocó, de seguida, una querella:
“Mi abuelo lleva el Times en una mano,

probablemente quiere ir a cagar”.
Y se enfadó el maestro, don Andrés:
“¿Qué disparate dices, so cateto?”

“¿A qué, si no, lo habría de llevar
si mi abuelo no entiende na de inglés
y el pobre es, además, analfabeto?”





miércoles, 6 de febrero de 2013

 Mi querido amigo, compañero, y padrino académico, me remite un correo que solo nos interesa a él y a mí.
Tan noble y delicado mensaje me ha obligado a recuperar la historieta que sigue. Él la entenderá; en cuanto a vosotros, lectoras y lectores, espero que paséis un buen rato de reflexión galena.


DE VISITA AL TRAUMATÓLOGO

Uno que se las da de sabidillo
acude a un traumatólogo eminente,
y, se autodiagnostica firmemente:
“Doctor, tengo un desgarro en el tobillo”.

El médico le explora con cuidado
y, luego de sacar sus conclusiones,
le dice que se baje los calzones.
“Doctor, si es el tobillo el afectado”.

El hombre, que desoye aquel aviso,
le introduce una tranca por el ano;
el otro se revuelve como un lince.

Al cabo, el diagnóstico es preciso:
“Esto sí es un desgarro meridiano;
lo del tobillo, solo es un esguince”.