sábado, 8 de febrero de 2014

LA ELECCIÓN DE UN RATERO CONDENADO


   Con relación a la comparecencia de doña Cristina de Borbón, un dirigente político-sindical, Cayo Lara, ha manifestado que espera que sea tratada "como todo hijo de vecino o de vecina" (¡!).
  Con el breve comentario que sigue y que introduce el chisneto de hoy, no discuto el fondo de la cuestión, sino la reiterada inquina que, para con el género masculino, viene manifestando un buen número de personajes públicos que, al parecer, encuentra, en la utilización del genérico o del epiceno, un lamentable gesto discriminatorio y un recurso machista injustificado contra el que hay que luchar aludiendo al femenino correspondiente.
  El idioma (nuestro idioma) que nos identifica frente a otras comunidades de hablantes, no se ha formado en un día, ni en dos, ni en siete. El castellano (el español universal), en su evolución y consolidación como lengua autónoma y como lengua vehicular, ha requerido, no solo de tiempo, sino de consenso y uso continuado por parte de sus hablantes. ¿Por qué, pues, decimos "Puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija", y no "Puto el padre, puto el hijo, puto el manto que les da cobijo"...? Pues porque sí, porque desde el origen se dijo así, y se aceptó como refrán. Por la misma y evidente razón decimos "como todo hijo de vecino"...  y no "de vecina", y mucho menos "de vecino y de vecina".
   Los políticos deberían de innovar en lo suyo: la cosa política (repartir el trabajo, por ejemplo), y no darse a dogmatizar con correcciones modales a ultranza. Dicho esto, ahí va la historia del día, que, como se verá, alguna relación tiene con lo que estamos viviendo. Vale.


El chisneto que ofrezco a mis lectores
es el caso de un caco que aguardaba
la sentencia de un juez, que relataba
con toda precisión sus pormenores:

“Leída la demanda en mi presencia,
oída la defensa y el fiscal,
revisada la prueba pericial,
cúmpleme dar lectura a la sentencia:

Permitiré escoger al acusado
entre cien mil pesetas al contado
o seis meses y un día de prisión”.

Y vino en responder aquel ladrón:
“Entre ir a la cárcel o cobrar,
las cien mil y, pelillos a la mar”.