domingo, 23 de abril de 2017

TRES VEJETES HABLANDO DE SUS COSAS




Se sientan en un banco a descansar
tres ancianos, que en charla intrascendente,
comentan un asunto recurrente
que ocupa a cada cual, al despertar:

«Me levanto a las siete y, ¿qué os diría?...
con ganas de orinar, pero nanay.
Y así me paso el tiempo, pues no hay
manera de que orine en todo el día».

«Yo despierto a las ocho, y tengo ochenta
–aclara contundente otro vejete–.
Intento ir a cagar, y no hay manera».

Y el tercero, que tiene ya noventa:
«Orino cada día hacia las siete.
Mi vientre hacia las ocho, se libera;

– y añade–. Y eso sí, también es cierto,
que en cuanto dan las nueve, me despierto». 


viernes, 14 de abril de 2017

VIERNES SANTO


                       (A mi hermana Lucía)

       El Viernes Santo es el día del año que mejor representa el simbolismo que encierra la cruz para un cristiano. Y es que, varios siglos después de la cruenta muerte de un hombre justo, un nuevo símbolo se abrió paso y se impuso a otros ya existentes (el cordero, la barca, el pez...), para convertirse en la enseña de una religión que predica el amor al prójimo, que propugna prescindir de lo superfluo, que aconseja poner la otra mejilla cuando te golpean la primera y, sobre todo, que manda perdonar a quienes nos ofenden.

         Por ello (y a pesar de que, desde el punto de vista de una evaluación cristiana, mi calificación final como creyente, solo rozaría el cinco), ensalzo la Cruz (el madero, si se quiere) y lo que ello representa, publicando este soneto que se inspira en los textos evangélicos y en mi experiencia creativa, al tiempo que vengo en perdonar a quien me ofendió: el personaje televisivo que, en una cadena nacional, comparaba a la Cruz con la mismísima mierda (sic).


Al verte, Señor mío, en el madero
clavado, desgarrado, malherido,
transido de dolor, y escarnecido,
mi cuerpo se estremece todo entero.

Ni el animal llevado al matadero,
sufre muerte tan cruel. Desfallecido,
lanzas al aire un último gemido,
que no escucha el gentío vocinglero.

Irrumpen las tinieblas fantasmales:
el pánico homicida se desborda,
despiertan los estruendos celestiales.

Y alguien grita en la turba, tras tu muerte:
 «!Era el hijo de Dios¡». Y esa voz sorda,
despierta a Dios, que acude a recogerte.





viernes, 7 de abril de 2017

UN JOVEN NEGRO QUE BUSCABA AGUA




   A José Mari Fernández, en Oviedo, compañero y amigo, estudioso y biógrafo del “Baron de Bidet”, con mi perenne agradecimiento.


En busca de un oasis confortante,
un joven de color, fuerte y curtido,
caminaba, cansado y decaído
por culpa de un calor extenuante.

En mitad, del desierto, el caminante,
encuentra un recipiente. Decidido
lo abre, y sale un genio recluido,
que, agradecido, dice terminante:

«Tres deseos te otorgo . Se prudente».
«Ser blanco –dice el joven–, y, además,
ver coños, y tener agua corriente».

«Todo cuanto has pedido lo tendrás»,
dijo el genio, y, nada más se fue,
se convirtió aquel negro en un bidé.


lunes, 3 de abril de 2017

UNA ESPAÑOLA MUERE EN TIERRA SANTA


      Hace unos días, mi hija Laura me envió la historia que da pie a este chisneto. Aprovecho que hoy es su cumpleaños para dedicárselo, con todo mi cariño, y desearle que pase un maravilloso día.


Estando de visita en Tierra Santa,
un español perdió a su fiel esposa,
cristiana de verdad, mujer piadosa,
cuyo nombre de pila era Crisanta.

El de la funeraria dijo al hombre:
«Repatriarla cuesta unos diez mil,
mas, si la entierra aquí, tan solo mil».
Y, por mucho que a todos nos asombre,

nuestro paisano dijo: «Me la llevo;
pagaré los diez mil. Firmaré el trato».
Y aquel judío, sabio por longevo:
«¿Por qué? —le dijo—; es mucho más barato

dejarla en Tierra Santa, señor mío».
Y el español, amable, decidió
razonar el porqué de su albedrío:

«Enterraron aquí, hace ya tiempo,
a uno que, en tres días, revivió.
Prefiero no arriesgarme a un contratiempo».