martes, 13 de junio de 2017

LAPAROSCOPIA Y PIEDRAS FAMILIARES


  Hace años, escribí estos versos que cuentan, en tono de humor, la anécdota ocurrida a una pareja (al uso) con la que me une un fuerte lazo de amistad y sincero cariño. Aprovecho la onomástica del día, y los publico hoy, con una dedicatoria que extiendo a su familia, y en especial a Ana, preciosa florecilla, que colma la alegría de unos abuelos que, si, como padres han sido extraordinarios, ahora como abuelos, han roto moldes.


Hoy redacto un chisneto en el que cuento
cómo, con una simple operación,
se logra la correcta extirpación
de la bolsa biliar sin daño cruento.

El lunes, diecinueve —me han contado—,
los Miranda se meten mucha prisa
en llegar a la Clínica de ASISA,
con volante de encame ya sellado.

Les dan la habitación seis dieciséis.
Si bien no he dicho quién, ya intuiréis
que es Susi la paciente de la historia;

aunque Antonio, consorte y compañero,
también tendrá su parte —y muy notoria—
en el tercer soneto del coplero.
           
                                   [II]
Después de varias horas en espera,
digamos siete u ocho, nueve o diez,
por fin le llega el turno y, esta vez,
Don José Luis Gallego a Susi opera.

Y con laparoscopia, en media hora,
la operación estaba concluida.
La operada, al sentirse renacida
con esa piedra menos, casi llora.

Más tarde, con un suero glucosado,
Susi pasa la noche dormidita.
Al despertar, lo malo ya ha pasado.

La enferma se levanta, y luego anda.
El médico da el alta..., y a casita
(“sin fritos y sin grasas, dieta blanda”).

                                   [III]
Llegados al hogar, cambia la cosa
cuando a Antonio le da por recordar
las piedras que le hubieron de quitar
en una litotricia dolorosa.

«Mi piedra era más grande que mi mano»
—dice Susi. Y Antonio, chacotero—:
«Y las mías ¿qué eran, de mechero?
Veamos qué nos dice el cirujano».

«El suyo, doña Susi, era un pedrusco»
—dice el doctor Gallego, y la operada—:
«¿Cómo de grande era?, ¿como un chusco?»

—pregunta, entre curiosa y afectada—:
«Mucho mayor, pues, justo en una esquina,
llevaba esta inscripción: ¡Viva Mollina!».

MORALEJA:

“El matrimonio Miranda-Barea
por una piedra, casi se pelea”




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