lunes, 7 de agosto de 2017

UNA HISTORIA DE TEATINOS



HISTORIA DE TEATINOS

El descubrimiento de esta Historia Teatinensis, data de comienzos de siglo. El contenido general del manuscrito adaptado, no supera las sesenta páginas, y no ha sido hecho público por el momento.
La historia en cuestión se hace eco de unos extraños sucesos acaecidos en la antigua abadía teatina de Málaga, y cuyos orígenes tienen relación con la ingestión de una extraña pócima preparada por los monjes del primitivo convento. La datación de los hechos podría situarse hacia la segunda mitad del siglo XVII, aunque su redacción es posterior, hacia mil seiscientos setenta, año en el que los monjes de San Cayetano, a instancias del arzobispo de Granada, deciden abandonar su primitiva ubicación para instalarse entre el Haza de Carranque y los arroyos de El Almendral y de las Cañas, en una zona de tejares distante de la ciudad de Málaga algo menos de una legua.
La actual colación de la historia con el texto original, pretende justificar unas supuestas apariciones de entidades fantasmales (consecuencia del grave pecado cometido por una facción de monjes). Apariciones que, según un diario del momento, se produjeron en dos de las torres de la Facultad de Filosofía y Letras, la de Filologías modernas y la de Lengua y Literatura, durante las noches de un curso académico que, a la postre, resultó movidito.
Dicho esto, y, dado que hoy, siete de agosto, se celebra la festividad de San Cayetano, he querido traer a este blog la historia (condensada) de las más que probables extrañas circunstancias que se dieron, tras la llegada de la Orden de Teatinos a Málaga, con unos efectos que han podido durar hasta nuestros días.

Los nombres de don Alfonso Vázquez, insigne escritor y periodista de La Opinión de Málaga, y de don Gonzalo Pancorbo, reconocido endocrinólogo que tan acertadamente dio con los efectos de la carruata, no son ajenos a este escrito que, muy posiblemente, verá la luz, en su versión extendida, en el próximo mes de diciembre.

Episodio Primero
(En el que se habla de la antigua abadía, de las gentes que por ella pasaban y de las propiedades de la carruata)

Teatinos fue de curas
casa y famosa abadía,
adonde, ha tiempo acudía,
en demanda de venturas                                 04
gentes de gran disciplina,
penitencia y oración
que, al probar la colación
de su famosa cocina,                                        08
se sentía tan feliz
que, honrando a San Cayetano,
profesaba como hermano.

Según la crónica diz,                                        12
«Quien en la casa comía
se aclimataba al convento,
de modo que, a más de un ciento,
su refectorio acogía».                                       16

De entre tantos reunidos
en el figón abacial
alcanzaron sin igual
fama unos frailes, venidos                               20
de tierras, allende el mar,
con productos novedosos
a los que solían curiosos
usos y servicios dar.                                         24

Habían traído patatas,
pimientos chiles, tomates,
chirimoyas y aguacates
y las preciadas carruatas,                                 28
una variedad de yuca
que, hervida, daba bramante,
mientras que el caldo sobrante
daba vigor la «cuca».                                       32

Tomado a cortos sorbitos,
aquel brebaje pudendo
producía un estupendo
efecto en los laxos «pitos».                             36
Consecuencia natural:
la Comunidad notaba
que aquel caldo despertaba
su apetito sexual.                                              40

Mas el colonial «invento»
creó un ambiente nocivo,
desenfrenado y lascivo
en los monjes del convento,                            44
pues, en verdad, fue notorio
que hubo frailes que saltaron
las tapias y se escaparon
tras beber del colutorio.                                  48
Loca actitud que se entiende,
toda vez que en la abadía
dama o doncella no había,
y había que buscarla allende;                          52
por lo que, hallando mujer
—fuese honrada o meretriz—,
la misma crónica diz:
«Le proponían yacer».                                     56
 
Episodio Segundo
(En donde se habla de la solución adoptada por el abad para evitar males mayores en su convento)

Aquella actitud frailuna
de tanto monje en pelete
llegó a poner en mal brete
al abad de la comuna,                                      60
quien, decidido a acabar
con aquellos incidentes,
reunió, un buen día, a sus gentes
y les invitó a cambiar:                                               64

«Desde hoy, queridos hijos,
nos estará prohibido
beber de ese caldo hervido
que estimula nuestros «pijos».                       68
Me consta que esa carruata
que se cuece en la cocina,
no es ninguna medicina
sino veneno que mata».                                  72

Tras el sermón del prior
elevóse un gran murmullo
pues, ni el mismo Perogrullo
lo hubiese dicho mejor.                                   76

[Mas como pronto verá
Don Alfonso, amigo mío,
allí se montó un buen lío
pues, como bien intuirá,                                  80
muchos de los reunidos
—aun sin estar sindicados—
entendieron conculcados
sus derechos adquiridos].                                84

Y una voz salió de allí,
la voz de un nuevo Luzbel:
«¡Quien no piense como él
salga conmigo de aquí!».                                 88

Y como muchos pensaron
que el autor del solevanto
tenía más razón que un santo,
junto a él se alinearon.                                     92

Por decirlo cómo es:
la mitad de la abadía
votó por «buscar la tía»
(chercher la femme, en francés).                    96

De ahí que plantara cara
a la restante mitad,
y exigiera que el abad
las cuentas le liquidara                                    100
como bienes gananciales:
mantas, sábanas, patatas,
y un buen saco de carruatas
para sus juergas carnales.                                104

Después del reparto aquel,
el grupo descarriado
dio el asunto por zanjado
y se fue con su “Luzbel”.                                  108

[Parece ser, Don Alfonso,
que el rebelde era un hermano
converso, falso cristiano,
y que no pasó de intonso.                               112
ya sabe usted: la tonsura,
la tradicional calvilla,
la famosa coronilla
con que se tocaba EL cura).                                      116
Por decirlo cómo fue:
“No era monje de fiar”,
pues nunca llegó a abjurar
de su originaria fe.                                           120

Episodio Tercero
(En el que se habla de la actitud lasciva de los monjes rebeldes y de sus fatales consecuencias)

Ahora, oíd lo que hicieron
aquellos frailes venales
por complacer las carnales
tentaciones que tuvieron:                               124

Se fueron por las aldeas
de las comarcas vecinas,
a raptar a sus sabinas
gordas, flacas, guapas, feas                             128
El grupo huyó, cual poseso,
con su carga de pecado,
a darse el lote soñado
(se las raptó para eso).                                     132

Y, como dijo una copla,
que alcanzó gran difusión
más allá de la región
(pues llegó a Constantinopla):                         138
En las montañas vecinas
con las mujeres vivieron,
y, cuantas veces quisieron,
yacieron con las teatinas”.                              142

Durante muchas jornadas
los exfrailes —ya “paisanos”—
disfrutaron como enanos
con las mujeres raptadas.                                146
Y es que, cuando desplegaban
aquellas partes pudendas,
al contemplar tales “prendas”,
ellas se les entregaban.                                    150

[Lo que me parece grave,
ya que el vigor varonil
y el éxito mujeril
eran obra de un “jarabe”.                               152
Si bien, y a decir verdad,
ese vigor del que hablamos
(y que, tal vez, envidiamos)
tuvo su caducidad:                                          156
Caducidad por defecto.

Al quedarse sin carruatas,
probaron con las patatas,
mas no producían su efecto.                           160
Por lo que llegó el fracaso
de tan lasciva aventura,
ya que la historia asegura
—con respecto al raro caso—                         164
que a los frailes disidentes
—por efecto secundario—
el brebaje fornicario
les dejaría impotentes,                                     168
por lo cual, desesperados,
mejor prefirieron irse
(eufemismo por “morirse”)
que vivir como castrados.                                172
En resumen, perpetraron
poner fin a las sus vidas,
y una noche —y a escondidas—
entre ellos se mataron.                                    176
 
Epílogo
(Donde se da por sentado que las almas de los monjes siguen presentes aquí)

No vaya usted a creer
que la historia ha concluido,
pues, de muchos es sabido
que, después de fallecer,                                 180
aquellas almas dejaron
su envoltura terrenal
y, para purgar su mal,
en Teatinos se quedaron.                                184

Y ¿piensa que cada alma
vaga por este lugar
con el fin de descansar
y purgar su mal en calma?                              188
Pues no, que los viejos frailes
entran aquí por la noche
y danzan a troche y moche,
organizando unos bailes                                 192
en los que dan rienda suelta
a su aflicción. Y la torre,
cuando esa gente «la corre»,
despierta toda revuelta:                                  196
Testigos son las riadas
de sucias aguas infectas
que en nuestro sótano, eyectas,
producen con sus meadas.                              200

Supongo que habrá leído
en nuestra prensa local
un caso sensacional
en el Campus ocurrido.                                    204
Hablo del caso de un coche
que, estando en su aparcamiento,
sin humano movimiento,
se desplazó en plena noche.                           208
Y de aquel otro incidente
en que un cubo de fregar
se echó, de pronto, a rodar
sin haber nadie presente,                                212
al tiempo que, a la fregona,
no sabiendo lo que hacer,
también le dio por correr
y no paró hasta Gerona.                                  216

Y un último turbamiento:
los precios de nuestro bar
se incrementan sin cesar:
¡desde octubre un diez por ciento!                 220

Todo es obra gratisdata
de nuestros viejos vecinos,
de aquellos frailes ladinos
que, por beber la carruata,                             224
se enfrentaron a su suerte.
Y es que, en cuestión de extravío,
Don Gonzalo, amigo mío,
el del sexo ¡está de muerte!                            228


8 comentarios:

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  2. Interesante y divertido. Un gran trabajo

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  3. GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS. ESTO ME ANIMA Y HARÁ QUE OS TENGA EN CUENTA CUANDO PUBLIQUE EL LIBRO EN CUESTIÓN. A BUEN ENTENDEDOR...

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  4. Me he reído con él como lo hice en su día, con muy buena compañía aunque no eran teatinenses, ni estaban ya para orgias.

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