miércoles, 20 de septiembre de 2017

RASCADOR ELEGANTE DE TESTÍCULOS




         
     La imagen del artilugio en cuestión se hizo pública el pasado mes de julio. 
En ese momento redacté la historia que sigue, y la envié, vía wasap, a mis
incondicionales de siempre.
    La semana pasada, en un programa de radio, unos contertulios hablaban
de él. Bromeaban sobre su existencia y uso, y se preguntaban por el tipo de
usuario que adquiriría el dichoso objeto.
   En aquellos días de período vacacional, tras una oportuna llamada telefónica,
yo ya había hecho pública la respuesta.





RASCADOR ELEGANTE DE TESTÍCULOS

Rascador elegante de testículos”,
promociona una empresa comercial,
en novedosa oferta temporal,
y exclusiva para estos adminículos.

La firma que provee estos artículos
es Findmeagift, de fama universal;
garantiza: “Satisfacción total,
y placer a los íntimos folículos”.

Usted puede pensar que esto es un cuento;
pero yo, que investigo, me he informado
de que, en un par de horas, más de un ciento

de estos nuevos objetos se han comprado.
«¿Y por parte de quién?», he preguntado.
«Pues, por miembros de nuestro Parlamento».







jueves, 14 de septiembre de 2017

CUANDO MOISÉS ANDUVO EN EL DESIERTO



Lectores y corresponsales me envían toda clase de historias para que las pase al verso. Unas ya las he publicado con anterioridad, las más son (como decía el TEBEO) “chistes viejos con caras nuevas”, otras no se ajustan al patrón preestablecido para esta versería...

La que traigo hoy comenzó su andadura virtual hace meses, pero pienso que, en estos momentos de desazón hispana, destila una rabiosa actualidad.

Me la remite Julia, querida amiga, a la que conocí en la consulta de nuestro común doctor, don Juan José Sánchez Luque (a estas alturas de la vida ¿dónde mejor podría hacer nuevas amistades?) y, aunque, en el primer cuarteto dogmatizo que no diré quién me la envió, me desdigo. Va por ella y, cómo no, por el sabio doctor que nos atiende, y que nos presentó, so pretexto de ser profesionales de la cosa académica.

CUANDO MOISÉS ANDUVO EN EL DESIERTO

La anecdótica historia que hoy os cuento,
se atribuye a un político israelí;
mas, no diré cómo llegó hasta mí,
ni quién me la envió, ni en qué momento.

En Naciones Unidas, un judío
tenía que exponer su alocución,
pero optó por abrir su intervención
con una breve historia. Dijo el tío:

«Cuando Moisés estuvo en el desierto,
golpeó su bastón contra una roca,
y brotó agua clara en ese instante.

Del manantial que puso al descubierto,
tomó agua, que se llevó a la boca,
y notó que era dulce y refrescante.

                            [II]
Le apeteció al profeta darse un baño.
Se despojó de ropa y de calzado,
y disfrutó del baño deseado
[llevaba sin bañarse más de un año].

Cuando al cabo salió, ¡vaya sorpresa!:
la ropa y el calzado ya no estaban.
Dos palestinos, que antes le miraban,
le robaron, huyendo a toda priesa».

« ¡Es falso! ―le repuso el Delegado
del Pueblo palestino― ¡So embustero!
No habíamos llegado. ¡Usted miente!».

Y replicó el judío: «Ya aclarado
qué pueblo de los dos llegó el primero,
comienzo mi discurso, Presidente».

PUESTA AL DÍA

Cierta similitud con esta historia
guarda la pretensión catalanista
de seguir con un plan soberanista
que borra, así sin más, de su memoria

que otrora fue Condado dependiente
de la antigua Corona de Aragón.
No digas más mentiras, Puigdemont,
Cataluña jamás fue independiente.


martes, 5 de septiembre de 2017

UN MÉDICO ANDALUZ EN NUEVA YORK



(A ALICIA GARCÍA RUEDA, queridísima cuñada,  y a MELI NADALES RUIZ, entrañable alumna, amiga y asesora judicial. Aunque, por separado, ambas cumplen años hoy. ¡FELICIDADES!)

Hace unos días, me llegó una historia que ya me era conocida, pero que no recordaba muy bien. Su relectura volvió a hacerme gracia, y decidí que sería apropiada para recogerla en un chisneto.
Tras una reelaboración, en la que me he visto obligado a subsanar una evidente incoherencia monetaria (los euros del texto original por los contractuales dólares), la publico hoy, con mi agradecimiento a CERES, la persona remitente.

N.B. 1: He adaptado algunos valores y rasgos del papel moneda, a la conveniencia métrica, o de rima y medida (el billete de diez por el de cinco, y la metonimia del último soneto, “cara”, por el valor representado). Por otra parte, es evidente que “York” y “sanador” no riman en consonante; pero, ¿quién en nuestra tierra pronuncia esa K final? Por último la expresión “sí o sí”, da una pista de cómo terminará esa historia… (como tantas otras).

N.B. 2:
Me atribuyo la conclusión de la enseñanza de la moraleja.

UN MÉDICO ANDALUZ EN NUEVA YORK
Un médico andaluz, no autorizado
a ejercer como tal, en Nueva York,
se anunció como experto sanador
en un centro de ocio homologado:

“Le curamos cualquier enfermedad
por solo veinte dólares; si no,
le reintegramos cien”. Y sucedió
que un abogado, al ver la novedad,

decidió aprovecharse del anuncio
y, argumentando ageusia —en castellano
es deterioro o pérdida del gusto—,

acudió con el pálpito o prenuncio,
—normal de un abogado americano—,
de ganar, sí o sí, algo muy justo.

                        [II]
En cuanto se enteró de aquella mengua
el médico le dijo a su enfermera:
«Tráigase el frasco diez de la nevera,
y póngale tres gotas en la lengua».

Dicho y hecho. Y el pícaro abogado
protestó: «Pero si esto es gasolina...»,
a lo que el licenciado en medicina
dijo: «Me debe veinte: está curado».

Aunque salió escaldado y muy corrido,
el letrado nativo no asumió
el ingenio del médico emigrante.

Y tras una semana, decidido,
volvió por la consulta, y alegó
pérdida de memoria, el muy tunante.

                        [III]
Y otra vez el doctor en medicina,
pidió el frasquito diez a su asistente,
por lo que el abogado, renuente,
protestó: «¡Ese tiene gasolina!».

«Veinte dólares —dijo el andaluz—;
pues, como puede ver, ya está curado:
la memoria ya la ha recuperado».
Aquello para el guiri fue una cruz.

No obstante, y obstinado como era,
predispuesto a ganar a todo trance,
volvió a probar fortuna algo después.

Esta vez, so pretexto de ceguera:
«Doctor, acabo de sufrir un gran percance:
no veo ni al derecho ni al revés».

                         [IV]
«Aquí tiene cien dólares, señor
—dijo el doctor—. En toda mi experiencia
nunca traté ceguera o invidencia;
ha sido usted un justo ganador».

Y le largó un billete en ese instante
(de cinco, no de cien, como dijera).
Y ante el “error” que el hombre cometiera,
el “paciente” le dijo: «So mangante.

No es de cien el billete, que es de cinco.
Se equivocó de cara», dijo el nota.
Y, en lugar de rimarle: “...Te la hinco”,

 el doctor respondió. «Pues, tomo nota:
le curé la ceguera; deme veinte».
Y el otro le pagó, y no volvió. ¡Naturalmente!

Moraleja:
“Más difícil que engañar a un andaluz,
es, que bajen el recibo de la luz”.