Es posible que la historia sea un tanto anacrónica (¿o no?); pero lo cierto es que forma parte de mi primer libro de chisnetos, y me ha parecido oportuno recordarla en este tiempo:
Se encontraron, después de algunos
años,
dos perros que
estuvieron distanciados
por motivos —quizá—
nunca aclarados…
digamos que... por
móviles extraños.
“¿Dónde estuviste
tanto tiempo ausente?”,
preguntó el primer
perro al que volvía.
“En Rusia; y en
Moscú, donde vivía,
no me faltaba carne
y pan caliente.
Y si el frío
apretaba en el invierno,
yo tenía mi estufa
de carbón...
y mi dueño con
pieles me hizo un terno”.
“¿Y estando tan a
gusto te has venido?”,
preguntó el otro
perro socarrón.
Y confesó el canino
presumido:
“En realidad, me
tuve que marchar
porque ¡tenía unas
ganas de ladrar!”