[I]
Ante una carraspera
inesperada,
un cura discurrió
un sencillo plan,
así que le pidió a su sacristán
que
oficiara la misa programada.
Debido a
que el evento empezaría
en poco
más o menos de una hora,
el cura
le rogó que, sin demora,
se aprendiese
el sermón que procedía:
el de ‘Lázaro
muerto y revivido.’
Fijada
ya la prédica oportuna,
le dio
la vestidura conveniente,
y viendo
al sacristán, ya revestido,
confió en que la suerte y la fortuna
le
echaran una mano a su asistente.
[II]
Leído el evangelio, el
sustituto
se explicó
con soltura en la homilía
(el
hecho de observar día tras día,
a su
cura y mentor daba su fruto).
Mas
este, que quería ser testigo
de
cuanto el sacristán pudiera hablar,
se puso
bajo el púlpito a escuchar
la
historia de Jesús y de su amigo.
El falso
cura, entonces, sentenció:
“Jesús le
dijo a Lázaro: ‘¡Sal fuera!’[2]
Y Lázaro
salió, y luego ando”.
El cura,
aunque sufriera carraspera:
“Anduvo, ¡so jodío!´”, corrigió.
Y el
otro, que de verbos no entendía,
obvió la
corrección tan ricamente:
“Anduvo so jodío todo el día,
pero
luego ya andó divinamente”.
[1] Amparo Ruiz de Luna me recordó este
chiste en un fortuito encuentro en Procono. Aunque me había tentado mucho la
idea de pasarlo a chisneto, la
dificultad que entrañaba el juego de palabras al final del texto, me retrajo un
poco. Finalmente, aquí está, dedicado a tan extraordinaria artista de la
cerámica, con la esperanza de que sea de su agrado.
[2] Jn 11, 43-44 Frente a la creencia popular
del ‘¡Levántate y anda!, lo cierto es que, solo en san Juan encontramos este
pasaje en el que leemos ‘Lázaro, sal fuera’.