En el día de ayer, compañeros, amigos y familiares de
Fernando Raya Aranda, Jefe de Personal docente de la UMA, tuvimos la
satisfacción de compartir, y departir en un entrañable acto con que el que
quisimos honrarle, no solo con motivo de su merecidísima jubilación, sino por
cuanto de bueno y generoso ha ido dejando en el camino que, a lo largo de más
de cuarenta años de servicios, le ha conducido hasta ella.
Todos compartimos y
departimos con él ―y entre nosotros― en un encuentro, insospechado por Fernando, pero, sutilmente organizado por su hermano Paco.
En un segmento que
abarcaba toda clase de opiniones políticas, académicas, o ideológicas,
sobresalió el buen entendimiento, la pax nobis, y sobre todo, el reconocimiento público a una
labor única e irrepetible, de la que todos, en mayor o menor grado, nos sentimos
deudores. Pasará mucho tiempo, antes de que alguien como él ofrezca a nuestra
Universidad, esa profesionalidad, ese celo por el trabajo, y ese bien hacer,
frutos del tesón, y del gran corazón de Fernando.
Un recuerdo a
quienes no pudieron acudir, unas palabras de cariño y encomio de algunos
participantes, y, cómo no, las de este que escribe y que, tras declararse
“cultivador del ridículo”, contribuyó con la lectura de un pretérito documento,
escrito en verso, en el que, en su calidad de Director de departamento, solicitaba,
de Mari Carmen Carvajal, nuestra entonces Directora General de Profesorado, y compañera laboral
de Fernando, una inexcusable y perentoria plaza de
profesor de Alemán.
Hago, también,
extensivo mi agradecimiento y mi cariño a esta irrepetible dama y amiga.
Me creció, Doña Carmen, otro
enano
(o digamos enana,
que es más justo).
Maite Sánchez se
fue, muy a disgusto.
Regina renunció, e
Inma Almahano,
tras dar un par de
clases de tanteo
[está ‘fuera de cuentas y en espera’],
me dejó en esta
plaza de tercera
―por no decir de
cuarta― en que me veo
toreando al pedazo
de alumnado
que en Alemán se me
ha matriculado.
Prosigo, Doña
Carmen, divagaba.
La siguiente en la
bolsa de trabajo,
llamó, y dijo que
no; que ¡qué carajo!,
que por poco parné
no madrugaba.
[II]
Nos queda, aún, la quinta, y me
supongo
que, con algo de
suerte y un anzuelo,
podríamos pescarla;
mas, recelo
que, si le hacemos
un contrato―tongo,
esta, llamada
Myriam, se nos pira
con viento fresco
―incluso con terral―;
así que no me
falle, Carvajal,
que este, que es
vuestro amigo, y bien os mira,
y lleva el
sobrenombre de Ángel Cristo,
que vuestra muy
Ilustrísima le ha puesto
―por aquello del
circo y de panoli―,
le manda el alegato
por Registro,
para ver si me
arregla lo ya expuesto.
Dios guarde a V.I.
(Firma, Redoli)
ILMA.
SRA. DIRECTORA GENERAL DE PROFESORADO DE LA UMA