viernes, 24 de agosto de 2018

EL HOMBRE CRÉDULO ENGAÑADO




     Con este calor, y la poca gracia que destilan las circunstancias políticas y vacacionales, recurro a una antigua historia de cuernos y "tolerancia", para no dejar sin chisneto este irrepetible agosto.

Un esposo, con fama de inocente,
que regresó a su casa antes de hora,
alertó, sin saberlo, a su señora
que estaba con su amante, ricamente.

La mujer, por respeto a su marido,
escondió a su galán en el ropero
y se puso a coser, al retortero,
con el fin de encubrir lo acaecido.

Y como el del armario iba desnudo,
el cándido marido –ya cabrón–
se encontró la sorpresa del cornudo:

camisa, camiseta, pantalón,
y el resto del ajuar de aquel bribón,
incluida corbata (sin el nudo).

               [II]  

El hombre preguntó a su compañera:
«¿Qué pinta tanta ropa en nuestro cuarto?».
Ella, que estaba al borde del infarto,
se inventó una respuesta marrullera:

«Este montón de ropa que hay aquí,
lo ha mandado esta tarde tu cuñada.
Al marido le queda un poco holgada
y la estoy arreglando para ti».

«¿Y este reloj de acero inoxidable?»,
Le preguntó el marido a su costilla.
«Me ha salido en un vale canjeable

por comprar una nueva mantequilla.
–Y añadió con un tono zalamero–.
Y, por ti, lo escogí de caballero».

                [III]

El hombre, convencido se quedó.
Y, así, tras despojarse de su ropa,
se fue todo derecho al guardarropa,
tiró de las dos puertas y lo abrió.

Y encontró al pelotari allí escondido,
agarrado a la barra, fuertemente.
«¿Qué hace usted en mi armario, so indecente?»,
le preguntó entre bobo y sorprendido.

«Si creyó cuanto dijo su señora,
usted es como cuenta el vecindario
–le replicó, a su vez, el concubino–.

Ciérreme ya las puertas sin demora
que esto es un ascensor, y no un armario,
y yo voy para el sexto. ¡Adiós, vecino!».