Del chiste que me envían, pienso que es demasiado corto
para hacer un chisneto al uso, y que,
si tengo que alargarlo, el corsé estructural le apretará un poco. Así que, me
decido por el verso octosílabo ―tan natural, tan nuestro―, y opto por presentar la historieta en forma de redondillas (también muy nuestras).
Debido a su ambigüedad,
la Ley de Privacidad
(me refiero a la española)
ya comienza a traer cola.
Si no lo creéis, mirad
lo que ocurrió esta mañana
(lo cuento de mala gana;
pues es la pura verdad).
Esperaba en la consulta
de un urólogo, y amigo
―no soy único testigo,
hay otros seis―; y resulta
que, por cumplir, legalmente,
con lo que se ha establecido,
el doctor ha decidido
llamar, anónimamente:
Y el altavoz ha anunciado:
“Pase a consulta el paciente
que pide una cita urgente,
porque no se le ha “empinado”.
Nos quedamos confundidos,
recelosos, asombrados
pasmados, desorientados
(y, algunos, “alicaídos”).
Si echáis cuentas, seis y uno
suman siete; ¿sí, o no?;
pues, por más que “el loro” habló,
no nos movimos ninguno.
Y seguimos todavía.
Son ya, las seis de la tarde,
y tengo el culo que arde,
por “la sentada”, del día.
porque nadie se levanta,
ni dice mu, por ahora,
y esto lleva más “demora”
que el divorcio de la Infanta.
Y me he puesto a especular:
«¿Quién puede ser el paciente?...
...Seguro que el que está enfrente,
pues no para de sudar».
Y al de la silla vecina,
justo a mi lado derecho,
se le nota insatisfecho
¿será al que no se le empina?
Tras mucha cavilación
sobre quién será el paciente,
que no sale, aunque reviente,
propongo una solución:
Para un cercano futuro:
“No sería baladí
llamar por el DNI.
¡Es más privado y seguro!”