domingo, 23 de junio de 2013

   Después de dos semanas, en las que, al problema de la rodilla,
se han añadido otros de tipo anímico, físico, ¿mental? … 
(que no deseo ni siquiera a la señora Rectora) traigo este chisneto
que, hace ya algún tiempo, apareció en el blog (o similar)
de una dama que solo publicó el primero de los sonetos. 
    He dicho, en multitud de ocasiones, que no me opongo a que se publiquen
mis historias; pero pediría (pido) respeto no solo por el espíritu de la letra,
sino por la letra misma en su contenido original, así como la mención de
su procedencia y autoría.
 “Gratis se os da, dadlo gratis”. Dicho esto, leed

EL QUE FUE A CONFESARSE Y NO FUE ABSUELTO

                                            [I]
A un joven, que confiesa haber pecado,
le pide el sacerdote más detalles:
“Dime con quien pecaste, no te calles;
si no, no te daré por confesado.”

El pecador se muestra renuente,
y el cura le sonsaca zalamero:
“¿Acaso es la mujer del carnicero?”
“No, padre, no” —le dice el penitente.

“¡Ya caigo! —dice el cura, convencido—.
Es la mujer del cabo; estoy seguro.”
“No padre, no” —responde cohibido

el indolente joven, con apuro.
“Entonces será Paca, la matrona;
esa es un poco fresca y calentona”.

                          [II]
El pecador, que todo lo desmiente,
se muestra imperturbable ante el plantel
de tantas feligresas en cartel.
El cura le despide finalmente:

“Vete, pues. No te doy la absolución”.
El joven, cuando sale de la iglesia,
celebra,  complacido, la dismnesia,
que tuvo ante el sotana preguntón.

“¿Qué te pasa? Pareces muy feliz
—le pregunta un amigo, al irredento.
“Que, por no dar detalles de un desliz,

—responde— no me han dado el sacramento.
Sin embargo, me da a mí en la nariz,
que no me va a faltar encamamiento.”





jueves, 6 de junio de 2013

               
Es tiempo de oposiciones. ¡Suerte a todas (y a todos)!


UNO QUE SUSPENDIÓ NO POCAS VECES

Un aspirante, flojo y comodón,
llegó desde su pueblo a la ciudad
a sufrir (esa era la verdad)
una enésima prueba-oposición.

Su amor a la vagancia y a la cama
dieron, al fin, el fruto presentido;
a saber: otra vez fue suspendido.
El joven manda al padre un telegrama:

“Suspenso injustamente. Estoy tranquilo.
Espérame estación. Llego mañana”.
Y el padre le remite el suyo, al hilo:

“Espero en estación, ten por seguro.
Encomiéndate a Dios y a Santa Ana.
Paliza asegurada. Te lo juro.