A mi hermana Lucía, a sabiendas de que la historieta le dará pena,
por el cariño que le tiene a los animales.
[I]
Se encontraban un burro y un león
en una fosa-trampa
una mañana
en la que el sol
lucía en la sabana,
y el viento
calentaba la región.
La cara del pollino
era un lamento:
hallándose en el
foso con la fiera,
sabía que el león,
cuando quisiera,
tenía asegurado el
alimento.
Como, intuyera el
«rey» su mucho susto
le dijo al pobre
bruto en plan altivo:
«Ya sé que me
respetas y te asusto;
pero vaya este
aviso por delante:
mi dieta habitual
es sólo chivo,
así que cambia el gesto
y el talante».
[II]
Parece
que el borrico se quedó
un poco más
tranquilo y más seguro;
al menos superó el
primer apuro,
pero, al día
siguiente, recayó.
Y de nuevo, el león
condescendiente
consoló al pobre
burro en su desgracia:
«No temas, ya te he
dicho –y no es falacia–
que solo a un
tierno chivo le hinco el diente».
Pasaron ocho días
en el foso
el
león y el borrico en compañía.
Al noveno, el león,
algo nervioso,
mirando al pobre
burro, se confía:
«Desde luego que
todo es relativo;
cada vez te pareces
más a un chivo».