martes, 30 de septiembre de 2014

AL QUE LE HICIERON UN TRAJE A MEDIDA


    A mi querido amigo, compañero y valedor, el profesor García Peinado quien, afortunadamente, para la ciencia filológica y traductoria, "aunque se va, no se va".


                          [I]
Un sastre, que empezaba en el oficio,
instalóse en un barrio conocido
haciéndose anunciar —como es debido—
con precio razonable y buen servicio.

Montó una sastrería bien surtida
y se sentó a esperar a un parroquiano.
Al poco, presentóse un primo hermano
queriendo hacerse un traje a la medida.

Si el sastre le midió con cartabón,
con metro de albañil o con regleta,
si el nota lo midió de abajo arriba,

no lo sabremos nunca: el pantalón
colgaba medio metro, y la chaqueta,
con mangas desiguales, le hacía giba.

                          [II]
Cuando se vio en el traje el buen cliente
le dijo, algo cortado, al sastrecillo:
“La manga, por aquí, cuelga un poquillo”.
“No es nada —respondióle su pariente—,

con que dobles el codo está arreglado;
incluso te dará mayor prestancia”.
“¿Y también la joroba da elegancia?”
-preguntó el pobre hombre, algo escamado.

Y dijo el alfayate, terminante:
“Hay que ver, primo Juan, qué tonto eres;
si te inclinas un poco hacia adelante,

te arreglo ese fardel con alfileres”.
“¿Y el hombro que me queda tan caído?”
 “Te lo subo con guata, y concluido”.

                          [III]

De acuerdo —dijo el hombre resignado —;
lo malo es el pernil que sobresale”.
Y respondióle el sastre: “Vale, vale,
encoges la rodilla, y solventado”.

Después del "arreglillo" pertinente,
el tipo parecía una alcayata.
El sastre, le soltó una perorata
y el otro la aceptó calladamente.

Y, así, tras realizar un gran esfuerzo,
el hombre se enfundó en el atavío
y lució por la calle su ropaje.

Y uno dijo, mirando aquel escuerzo:
“Hay que ver lo mal hecho que está el tío
y lo requetebién que le está el traje”.

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