Con la entrega de hoy, pretendo llamar la
atención sobre un problema que nos desborda y avergüenza cada día (patera de
las cuatro...).
Lo del sobrecito con “premio” es una denuncia
del fin último que espera a estos seres humanos, hermanos nuestros, que se
juegan la vida en el mar, a cambio de un resultado incierto. La actitud del
dueño del chiringuito es “verificable”. La alusión a pesetas y a duros, nos
remonta a lo antiguo del problema.
DE UNO QUE LLEGÓ EN UNA
PATERA
Llegado en la patera regular
de las cuatro, un morito
toca playa.
Atrás quedan las penas,
tras la raya
que funde en horizonte
cielo y mar.
Con paso fatigado e
irregular
el joven magrebí, que no
desmaya,
encuentra veinte duros:
«¡Vaya, vaya!
¡Qué suerte! ¡Y solo
acabo de llegar!»
Y así, con las cien
“pelas” en sus manos
pone rumbo a un famoso
chiringuito
que se abre en la playa
los veranos.
Viendo al dueño de dicho
merendero
«¿Qué le das, “paisa”
–dícele el morito–
por estos veinte duros a
un patero?»
II
El otro, con talante baladí:
«Una borza de papa, “Caza
Paco”»,
le dice y, casi, casi,
suelta un taco.
Hecho ya el intercambio,
el magrebí
se sienta allí en la
arena, “calentito”,
a comer la manduca
merecida.
Con más de media bolsa ya
comida,
encuentra en su interior
un sobrecito.
El moro se lo da al del
merendero:
«¿Qué es esto, paisa?»,
dice el expatero.
«¿Otra vej este moro de
narise?
–se dice para sí el del
ventorrillo–.
¡Rasca, y mira qué tiene,
hijo de Alá!»
«No, paisa rasca tú y me
lo dise».
Por no llevar el caso más
allá,
el requerido rasca el
papelillo.
No más hacerlo estalla en
risa loca.
«¿Dé que te ríes
“paisa”?, ¿qué me toca?»,
Y el otro le contesta a
aquel meteco:
«T’a tocao un viae pa
Marrueco».
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