Para cerrar
octubre y abrir un nuevo mes, el de los Santos, ahí va esta historia, un tanto
chusca (no irreverente) que dedico a cuantos insatisfechos con lo bueno
conseguido, buscan lo malo por conocer; aunque, en eso puedo estar equivocado
porque, como he leído en algún sitio: “Cuando soy buena, soy buena, cuando soy
mala, soy mejor”, y, al parecer, ese dicho se cumple algunas veces.
UNO QUE FALLECIÓ Y SUBIÓ AL CIELO
Tras haber fallecido, un
buen cristiano
fue
derechito al Cielo como premio.
Pero
allí comprobó que los del gremio
estaban
todos serios. Preocupado,
fue
a hablar con el portero sempiterno
del
bello y deseado Paraíso,
pidiendo,
con respeto, su permiso
para
darse una vuelta hasta el Infierno.
«¿Qué
razón o motivo tienes, hijo,
para
hacer tan insólita escapada?»,
le
preguntó San Pedro, seriamente.
El
hombre preguntado fue y le dijo:
«Buen
Apóstol: echar una ojeada
y
ver qué se respira en el ambiente».
San Pedro no se opuso a
aquel viaje.
De
vuelta del Averno, al 'viajante'
se
le notaba un poco el mal talante.
Buscó
a San Pedro y dijo con coraje:
«No
me parece justo que, en el Cielo,
la
gente esté tranquila y tan ociosa.
Abajo,
en el Infierno, es otra cosa
–y,
añadió el “exhumano” con recelo–:
Se
ve que alli es feliz toda la gente,
no
faltan ni botellas, ni mujeres,
lo
cual me satisface por entero».
«Es
verdad –dijo Pedro, transigente–
pero,
repara, hijo, que esos seres
no
tienen ni boquete ni agujero».