He contrastado, en diferentes medios,
el sugerente wasap que me llega a través de J.T.L. (quien, a su vez, lo recibe
de otro corresponsal), y he de confesar que no es el motivo político, sino el
social, el que me lleva a rimar esta patética anécdota con aires de romancillo.
Consecuentemente, me valgo del verso octosílabo, ideal para este tipo de
narración, en su estrofa más adecuada: la redondilla.
(¡Ánimo, Jordi, sé
fuerte!:
es “El Novio de la
Muerte”).
Al líder de la A.N.C.,
Jordi Sánchez Picanyol,
sedicioso antiespañol,
(presunto) según la juez,
lo han metido en el talego.
Y, en la Soto del Real,
en prisión provisional,
este hijo de charnego
está pasando el quinario.
Ya desde su reclusión,
los presos de su sección
(uno de ellos, legionario)
le cantaron con tal saña
lo que Manolo Escobar,
de modo tan ejemplar
cantara (“Que viva España”),
que el Jordi no fue tan fuerte;
y, además, se acojonó
cuando alguien le cantó:
“Soy el novio de la Muerte”.
con la misma veleidad
con la que movía “rebaños”,
a sus cincuenta y tres años,
se quejó a la Autoridad.
Aquello le ha acarreado
más males de los que había,
porque la “ciudadanía”
del módulo le ha tildado
de chivata y maricona
(parece que está mal visto
hacerse pasar por listo
y actuar como “soplona”).
El mustio independentista
de la causa catalana,
responde de mala gana
cada vez que pasan lista.
Y lo último que leo,
es que un gitano le tiene
manía, y le enseña el pene
cuando salen al “recreo”.
Ante una actitud tan terca,
el Jordi, dice estar frito,
y, en español, por escrito,
ha pedido estar más cerca
de la garita de entrada
(al lado de un funcionario),
no sea que al legionario,
o que a toda “la mesnada”,
les dé por cantarle ahora
“El cara al sol” (sin nívea).
Y el Jordi está que no mea,
ni caga; tan solo llora.