La
historieta que sigue es fruto de una ocurrencia familiar –por lo tanto, inédita
hasta ahora–, surgida a raíz de una noticia televisiva en la que se anunciaba
que las compañías aéreas de bajo coste estudiaban la posibilidad de cobrar un
canon por el segundo bolso de mano que se llevara en vuelo.
En
ese momento nos vino a la memoria la entrañable imagen de Heidi, quien en uno
de los capítulos de la famosa serie de animación, se enfundaba toda la ropa de
que disponía.
De
ahí a hacer un chiste, relativamente fácil, no tardé mucho. Hacer el chisneto ha sido un poco más difícil. Dicho esto, y aprovechando que es Enero,
mes de “cumples” y de onomásticas de amigos y familiares, quiero dedicarlo a Sebastián Fernández (mi tradicional
proveedor de historias), a mi hija
Isabel, a mi profesor y amigo Francisco
Alijo, a Memé, mi querida madre
política, al entrañable y santo Padre
Tejera, a mi imbatible contrincante Isa
Sala, al doctor don Joaquín Martín
Bocanegra, médico de generaciones en nuestras familias, a mi sobrino Pablo(asiduo en mis
dedicatorias), a mi hermana Mari Paz y a su hija, mi sobrina, a mi compañero de fatigas académicas Antonio Miranda, a mi hijo
Enrique, y a dos “hermanos” de nuestro “campito”, Manuel, “El Maúro” y Francisco
Moreno, “Paquillo el nuestro”. Y, si acaso me he olvidado a alguien de la lista, también va
por él (o por ella).
Uno encuentra a un
amigo, del que sabe,
que
estuvo en Nueva York: «¿Qué tal, “viajante”?,
supongo
que una estancia relajante».
«Pues
estuvo peor de lo que cabe.
–le
responde el amigo–. Fue un fracaso».
«
¿Y eso? –repregunta el anterior–.
¡Si
todos hablan bien de Nueva York!*».
«No
te digo que no, pero en mi caso...
En
invierno, con cuatro bajo cero,
y
en vuelos low cost (que son baratos),
por
no pagar exceso de equipaje,
me
puse el vestuario todo entero:
gorros,
jerséis, dos pares de zapatos,
y,
encima de la ropa, llevé un traje».
«¿Y,
qué tiene que ver la indumentaria
con
tu desilusión americana?»,
le
pregunta el amigo, sorprendido.
«Que,
estando en el control de la aduana
para
pasar revista rutinaria
(según
el protocolo establecido),
me
tuve que quedar** todo en pelota.
Luego
me revestí –aclaró el nota–,
porque
no descubrieron cosa extraña.
Y,
cuando todo al fin se hubo aclarado,
mi
visado ya había caducado,
y,
entonces, me largaron para España».
* La K es “muda”
** Solecismo
obligado por la medida