En busca de un oasis refrescante,
un
joven de color, fuerte y curtido,
caminaba,
cansado y decaído,
víctima
de un calor extenuante.
En
mitad, del desierto, el caminante,
encuentra
un recipiente. Decidido
lo
abre, y sale un genio recluido,
que,
agradecido, dice enajenante:
«Tres
deseos te otorgo. ¡Sé prudente!».
«Ser
blanco –dice el joven–, y, además,
ver
coños, y tener agua corriente».
«Todo
cuanto has pedido lo tendrás»,
le dijo
el genio, y, nada más se fue,
el buen
negro se convirtió en bidé.