miércoles, 4 de septiembre de 2019

HOY ENTREGA DOBLE



(PRIMERA ENTREGA)


Esta primera historieta es aplicable a cualquier país y circunstancia, siempre que el invitado coprotagonista sea un sacerdote, un cura, un obispo, o incluso el mismísimo Papa de Roma. Eso sí: debe ser fiel a la verdad, aunque, como hace el clérigo de nuestra historia, haya de recurrir a una ingeniosa paráfrasis.

El relato en prosa, me lo envío, hace tiempo, mi prima Sofía, la de Venezuela (afortunadamente, ya entre nosotros), y se lo devuelvo, y dedico, transformado con ropaje de chisneto.



COMPAÑEROS DE VUELO EN AVIÓN


del trayecto Miami-Venezuela,

a un cura, le sorprende una mozuela

que pregunta con mucha educación:



«¿Podría usted hacerme un gran favor?»

«Si está en mi mano, sí», responde el cura.

La joven manifiesta, algo insegura:

«Se trata de pasar un secador



que he comprado en Miami. Es algo caro.

Un reciente  modelo, multiuso:

seca, y da cuerpo al pelo en un instante.



Podría resultarle un poco raro;

incluso yo diría, que un abuso,

que le pida una cosa, tan chocante.



                   [II]

»Como he sobrepasado ya la cuota

de objetos permitidos en la aduana.

pienso que, si lo oculta en su sotana,

el agente de turno ni lo nota».



El cura le responde: «Sí, lo haré;

pero una condición se ha de cumplir:

te aseguro que no podré mentir.

Si me preguntan, pues, no mentiré».



«Con la cara de bueno que usted tiene

—le dice la muchacha, convencida—,

seguro que ninguno se entretiene



en buscar cualquier cosa que, escondida,

pudiera usted llevar bajo su ropa.




[III]

Llegados a Caracas, en la aduana,

la ingenua predicción se desvanece:

al hombre que controla, le parece

un tanto sospechoso aquel “sotana”.


Por ello, con talante inquisidor,

y tuteando al cura, cual compadre:

«¿Llevas algo escondido?», dice al padre.

El clérigo responde sin rubor:



«De la frente, hijo mío, a la cintura,

nada que declarar, te lo prometo».

Tras esto, le pregunta el funcionario:



«Y, de ahí para abajo, señor cura,

¿seguro que no oculta algún objeto

que pueda ser motivo tributario?».



                   [IV]

Evitando faltar a la verdad,

el cura, derrochando sutileza,

responde en un alarde de franqueza:

«Pues sí que llevo algo. En realidad,



tengo un paquete duro, preparado

para uso y disfrute femenino,

y, aunque aún no ha podido ser usado,

lo será, cuando llegue a su destino».



Ante aquella respuesta inesperada,

al funcionario, un tanto sorprendido,

se le escapó una enorme risotada.



Y, tras la carcajada resonante,

roto ya el protocolo establecido,

el agente invitó: «Padre, ¡adelante!».




(SEGUNDA ENTREGA)


La segunda de las historias me fue remitida hace unos meses, por Dolors. Es un chiste rápido, que propicia, por una parte, su elaboración en sonetillo (chisnetillo), y, por otra, una recreación surrealista en la que la antítesis mojar/secar (que se adivina en el original), justifica, con el juego de palabras, una chusca imagen final.


Los dos chisnetos, pues, los dedico a ambas comunicantes, y, en el caso de Dolors, estimada amiga (casi imbatible contrincante de Apalabrados, por cuanto, a veces, con muy malas letras, obtiene sorprendentes resultados), me aprovecho de la oportunidad que me brinda la fecha de hoy: la coincidencia del día de su cumpleaños con aquel cuatro de septiembre en el que mi padre decidió regalarme mi primera bicicleta, aquella “Borty”, que tanto envidiaron y utilizaron mis antiguos compañeros de colegio...



ENTRÓ UN ESQUELETO A UN BAR,

y le abordó el camarero:

«Buenos días, caballero,

¿qué le apetece tomar?».



Respondió “el caparazón”:

«Un café doble caliente».

Y, al oír a su cliente,

el mozo añadió, guasón:



«Con el debido respeto

que me inspira su persona:

¿con algo para mojar?».



«¿”Mojar”? -dijo el esqueleto-.

Trae una buena fregona,

porque tendrás que “secar”».





viernes, 16 de agosto de 2019

UNO QUE LLEVÓ UN PERRO A BAUTIZAR


  Ayer cumplió años mi hija Irene, que cierra una década de fecundos
 nacimientos familiares, y abre otra (la mitad de fecunda): la de los ochenta.
 Concedo que, según se mire (siempre desde el punto de vista cronológico),
 los límites segmentarios de las décadas son más que discutibles, porque,
en el cómputo de los decenios, contemporizan -a partes iguales-
 dogmáticos y dogmatizados (como en casi todo), y lo entiendo.



  Hoy cumple años mi hermana Sofía, tan entrañable para quienes
 nos criamos y fuimos educados en la misma casa familiar,
 y a quien tenemos por una criatura dulce, entregada
 y abnegada para con todos. En este caso, su “cumple” coincide
 con una cifra redonda, múltiplo de dos, de tres y de diez  
(para quienes sois de “letras” os diré que nació en el cincuenta y nueve;
 ¿ya lo tenéis?). 
  Bueno, pues a ellas, tía y sobrina, va dedicado este chisneto, que reelaboro
 después de un par de meses de relax, adecuación a la vida, y recuerdos
 varios, en el preciso momento, en el que nuestro ancestral terral hace que
 piense en tierras más frescas y distantes. 



Un rico feligrés fue a preguntar

al párroco del pueblo en que vivía

si, al perro que le hacía compañía,

podría bautizarlo o cristianar.



El curabien se puede suponer

le explicó que el bautismo era sagrado:

«Nos quita todo tipo de pecado,

por leve o por mortal que pueda ser.



De hecho, el sacramento se recibe

y libra del pecado original.

Mas, tal y como el canon lo prescribe,



solo se le dispensa al ser humano.

No existe precedente en animal.

Eso que pide usted, no está en mi mano».



                            [II]

El hombre le propuso sutilmente:

«Si hiciera una excepción, le ofrecería

ciento veinte mil euros. ¿No podría

bautizarlo y sentar el precedente?».



Y el cura, ante la oferta, claudicó.

La noticia llegó hasta el Obispado.

y el Obispo, con cierto desagrado,

al párroco del pueblo requirió:



«Un perro, ¿y no pudo rechazarlo?».

«Perdóneme, Eminencia», dijo el cura,

poniendo como excusa aquel pastón



que le dio el feligrés por bautizarlo.

Y preguntó  el Obispo: «Y, por ventura,

¿no habló de la Primera Comunión?».


domingo, 26 de mayo de 2019

LA LEY DE PRIVACIDAD



Del chiste que me envían, pienso que es demasiado corto para hacer un chisneto al uso, y que, si tengo que alargarlo, el corsé estructural le apretará un poco. Así que, me decido por el verso octosílabo tan natural, tan nuestro, y opto por presentar la historieta en forma de redondillas (también muy nuestras).

Debido a su ambigüedad,
la Ley de Privacidad
(me refiero a la española)
ya comienza a traer cola.

Si no lo creéis, mirad
lo que ocurrió esta mañana
(lo cuento de mala gana;
pues es la pura verdad).

Esperaba en la consulta
de un urólogo, y amigo
no soy único testigo,
hay otros seis; y resulta

que, por cumplir, legalmente,
con lo que se ha establecido,
el doctor ha decidido
llamar, anónimamente:

Y el altavoz ha anunciado:
“Pase a consulta el paciente
que pide una cita urgente,
porque no se le ha “empinado”.

Nos quedamos confundidos,
recelosos, asombrados
pasmados, desorientados
(y, algunos, “alicaídos”).

Si echáis cuentas, seis y uno
suman siete; ¿sí, o no?;
pues, por más que “el loro” habló,
no nos movimos ninguno.

Y seguimos todavía.
Son ya, las seis de la tarde,
y tengo el culo que arde,
por “la sentada”, del día.

porque nadie se levanta,
ni dice mu, por ahora,
y esto lleva más “demora”
que el divorcio de la Infanta.

Y me he puesto a especular:
«¿Quién puede ser el paciente?...
...Seguro que el que está enfrente,
pues no para de sudar».

Y al de la silla vecina,
justo a mi lado derecho,
se le nota insatisfecho
¿será al que no se le empina?

Tras mucha cavilación
sobre quién será el paciente,
que no sale, aunque reviente,
propongo una solución:

Para un cercano futuro:
 “No sería baladí
llamar por el DNI.
¡Es más privado y seguro!”


viernes, 3 de mayo de 2019

EN UN EXAMEN PARA UN CUERPO POLICIAL



Mi hijo Guillermo cumple años hoy. Mientras leemos un texto que esbozo para una próxima conferencia, repara en el término ‘conceptual’ que aparece en una de las acepciones que del vocablo chiste hace la RAE: “una historieta muy breve que contiene un juego verbal o ‘conceptual’ capaz de mover a risa...”

Entonces lo relaciona con un chiste que me contó hace algún tiempo, y que, se sabe 'de corrido' porque le hace mucha gracia. Recuerdo que, en aquella ocasión, intenté pasarlo al verso, pero no le encontraba un final adecuado. Hoy, ante su insistencia, y aun a riesgo de no haber dado en el clavo, lo publico, siquiera sea por hacerlo objeto de regalo en un día tan emotivo.

Un oficial, asiduo examinante,
en la primera prueba pericial
para el acceso a un cuerpo policial,
formula esta pregunta a un aspirante:

«¿Identificaría, usted, al sospechoso,
cuyos rasgos se muestran netamente
en la foto que tiene aquí presente?».
El preguntado responde cauteloso:

«Creo que sí: tan solo tiene un ojo».
«¡So torpe! ―dice el otro, mosqueado―.
¿No ve que es una foto de perfil?».

El mandamás provoca su sonrojo,
y reclama al siguiente, esperanzado,
en que el nuevo no sea tan cerril.

                        [II]

El joven en cuestión, con voz simplona,
responde a la pregunta, sin reparo:
«Pues, mire, para mí lo tengo claro:
solo tiene una oreja esta persona».

Tras el par de respuestas “sabidillas”;
el turno le ha tocado a otro aspirante,
que afirma, decidido y terminante:
«El sospechoso lleva unas lentillas».

La impresión que le causa es asombrosa.
El poli abre el dossier, que hay al respecto,
y ve que la respuesta es acertada.

«Y, dígame; respóndame a una cosa:
¿cómo ha llegado usted a este supuesto?».
Y el aspirante, con razón sobrada,

dice: «Si tiene un ojo y una oreja,
¿se va a colgar las gafas de una ceja?».



viernes, 26 de abril de 2019



A finales de un abril que nos deja ante unas complicadas elecciones generales, alguien me pregunta sobre mi inclinación política en estos comicios. A modo (no en “modo”) de parábola, me permito responder: “Soy jubilado (no obrero), padre real, no putativo (p.p.); estoy a favor del género no marcado, no tengo voz (pero sí voto), y, además, me considero ciudadano español por encima de otras etiquetas”.
 Este “pseudo calembour”, puede no estar claro, como tampoco lo está que, en una semana de Pascua y de milagros, de fe y de gracias merecidas, que se salda con el Domingo de Misericordia, la voluntad divina venga a solucionar este problema patrio y doméstico.
Si no lo creéis leed esta historia.

EL MILAGRO DEL MISIONERO Y EL LEÓN
Apenas despuntada la mañana,
un viejo misionero, sin compaña,
prepara su morral en la cabaña
que tiene establecida en la sabana.

Con talante optimista y bonachón,
embolsa el material que ha preparado
para llegar al próximo poblado,
destino de su anónima misión.

Mas, justo cuando sale del chamizo,
aparece un león grande y macizo.
El misionero teme –es lo normal–,

y dirige a los cielos su plegaria:
«Infúndele, Señor, a este animal
los sentimientos propios de un cristiano».

Tras esto se persigna con la mano,
y, al momento, la bestia solitaria,
aquel fiero león, voraz y hambriento,

agacha la cabeza y se arrodilla.
Y dice por su boca ¡oh maravilla!:
«Bendice, Señor mío, este alimento...».


lunes, 18 de febrero de 2019

LA QUE TENÍA UN "SOPLO" EN LOS OVARIOS



Echadle imaginación, pues, por más que lo intento, no doy con nada (mediamente aceptable) que me permita —como suelo hacer— presentar el chisneto que sigue.

Eso sí, en cuanto a la dedicatoria, ningún problema: «A todos los oyentes de Las Mañanas Kiss, y —junto con mi afecto y agradecimiento—, al equipo que hace posible tan exitoso programa».

Después de visitar a su tocólogo,
una joven le cuenta a su mamá
–aprovechando la ausencia de papá–
lo que, al respecto, ha dicho el ginecólogo.

«Dice que tengo un soplo en los ovarios».
La madre, aunque inexperta en Medicina,
piensa que lo del soplo “no combina”,
pues los soplos, son daños coronarios.

«Eso no puede ser –dice turbada–.
Iremos las dos juntas al doctor».
Y se fueron las dos a la consulta.

«Doctor ―dijo la madre― sofocada–,
usted ha cometido un gran error
(que aquí donde me ve, no soy  inculta).

Hoy le ha dicho a mi hija que padece
un soplo en los ovarios. Me parece,
que lo del soplo aqueja al corazón».

«Señora, no es un soplo en los ovarios
—terció el doctor con mucha educación—,
y vuelvo a confirmar mi conclusión:
A su hija se la han “soplado” varios».