El chiste
original me llega en un mensaje de audio, a través de diferentes contactos. Lo he
convertido en tres sonetos, que, en su forma escrita, he remitido a mi amigo y
compañero, Alfonso Valencia Lozano, quien, a su vez, lo ha hecho público en su acertado
y exitoso blog. Ahora aparece en EL MIRADOR DEL CORSARIO, dedicado a
él, y a mis remitentes de esa historia oral.
LA HISTORIA DE UN PIRATA
ACCIDENTADO
[I]
SE hallaban un grumete y un pirata
hablando de la mar y del oficio.
El joven, que en el arte era novicio,
preguntó por el “parche, garfio y pata”,
que el segundo, de forma natural,
llevaba con talante distinguido.
El pirata le dijo acto seguido:
“Esta pata que llevo, artificial,
sustituye a la buena que perdí
un día, en el que, al mando del timón,
una racha de viento inesperada,
me echó al mar, y entre escualos yo me vi.
Entonces un enorme tiburón,
me la arrancó de fuerte dentellada.
[II]
GRACIAS a un diligente compañero,
que me echó una maroma resistente,
escapé, y en cubierta, con mi gente,
me vi a salvo. Más tarde, el carpintero
modeló el artilugio que aquí ves”.
Se calló; mas, la cara del grumete
le animó a proseguir: “Pues, mozalbete,
como veo que muestras interés,
te diré lo del garfio, que es, sin duda,
el revés, más nefasto, y más salvaje,
que sufrí, contra el barco de
un corsario,
en una acometida concienzuda,
ocurrida a raíz de un abordaje
que resultó cruento y sanguinario.
[III]
UN pirata francés, en la disputa,
con su sable de acero toledano,
de un tajo me cortó la diestra mano;
y el garfio vino a ser su sustituta”.
El joven, que tomaba buena nota,
preguntó a su mentor: “¿Y lo del ojo?”.
Aquel lobo de mar, con cierto enojo,
respondió: “Eso fue una gaviota
que arrojó su excremento, y me cayó
justamente en el ojo, y me quemaba”.
“¿Y esa caca, señor, le dejó tuerto?”.
Y el épico pirata respondió:
“Es que el garfio hacía poco que lo usaba,
y, me rasque con él, sin mucho acierto”.