viernes, 29 de noviembre de 2013

   Finaliza noviembre y caigo en la cuenta de que solo he publicado una historia a lo largo del mes, aunque, en realidad, no haya estado ocioso todo este tiempo. De hecho, el pasado viernes -hace hoy una semana- fui invitado por los responsables de Amaduma a dar una charla-conferencia ('De la ocurrencia al chiste literario') en la sede cultural de Cajamar, en Málaga, y tuve ocasión de contar unos veinte chisnetos...      Recurro al que puso el colofón al evento, 'La paja flamenca', y con él os deseo una feliz entrada en diciembre.
  Quiero dedicarlo a los Subires Jiménez, amigos, asiduos lectores, y mis proveedores oficiales de materiales de construcción. Sin propaganda barata: sus precios son inigualables, y su educación y trato son dignos de imitación. Un fuerte abrazo.

UNA PAJA FLAMENCA

Acudió a un lupanar un catetillo
preguntando por precios en vigor.
La madam, vieja experta en el amor,
le leyó la tarifa al muchachillo:

“El turco son setenta, cien el griego;
el francés también cien, si no es completo...”
No la dejó acabar aquel cateto:
“Verá usted, doña puta, yo soy lego

en esto de venir al puterío,
y he traído tres euros. ¿Cree usté
que con eso podré mover la penca?”.

“Por esa cantidad, cariño mío,
tenemos un servicio muy calé.
Le llamamos aquí ‘paja flamenca’.

El nota, ante la oferta tentadora,
decidió consultar el requisito,
así que preguntó sin titubeo:

“Y en qué consiste el número, señora?”.
La puta se explicó: “Sacas el pito,
te lo cascas tú solo, y... yo palmeo”.




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