Es la onomástica de mi hijo Enrique, y
no se me ha ocurrido mejor felicitación que la de dedicarle un chisneto que
bebe de una historieta que lleva dando vueltas por ahí, desde hace un par de
años.
Como ya es mayorcito y muy guasón,
estoy seguro de que mi historia no le parecerá inapropiada..., aunque, eso sí,
puede que le preocupe que el jamón que la oferta no haya de ser de pata negra y
cinco bellotas, sino de blanco y redondo cerdo holandés. Feliz día, Quique.
Por
una carretera de Jerez,
un
conductor avista un restaurante
que
anuncia con un rótulo flamante:
Bocata de jamón y paja, diez.
“Diez
euros, se supone; pues no es caro
–piensa
el nota–. No van a ser pesetas”.
Entra,
y a una gachí de grandes tetas
que
se encuentra en la barra, le habla claro:
«¿Eres
tú quien se encarga de la paja?».
«Lo
soy» –responde ella, y guiña un ojo.
Y
el hombre va y le dice en voz muy baja:
«Pues
lávate las manos, corazón,
que,
como hoy me encuentro un poco flojo,
solo
quiero el bocata de jamón».
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