En el día de la Madre, me ha parecido apropiado traer este soneto, y hacerlo extensivo, junto con mi dedicatoria, a todas las madres que conozco, a las que he conocido, y las que, sin conocerme o conocerlas, pudieran leer estos versos.
Alguien me ha dicho, en tono burlón, que para comprenderlo in extenso, hay que tener el nivel C1 en Lengua Castellana: ¡exagerado!
No obstante, creo que, con una breve aclaración, todo hispanohablante debería entender el concepto de intemporalidad al que aludo en el título. Veamos: anacrónico es que no se corresponde con el tiempo en su desarrollo; diacrónico, con anterioridad al tiempo presente, y sincrónico alude al momento actual (tampoco es tan difícil, M.C.).
EL AMOR INTEMPORAL DE UNA MADRE
El amor de una madre es
anacrónico:
va más allá del tiempo y del momento,
es grande como el propio firmamento,
y, no solo es real, sino platónico.
El amor de una madre es diacrónico:
aflora desde el tibio alojamiento
que acoge nuestro lapso soñoliento.
El amor de una madre es tan sincrónico
que cursa en paralelo a nuestra vida,
y es sombra que perfila nuestro sino.
Metáfora de amor, madre sufrida,
amor dulce, celeste, generoso,
fuente que se nos brinda en el camino
y calma nuestra sed: ¡Amor hermoso!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGrande...
ResponderEliminarGracias, Paco.
EliminarPrecioso. Gracias por ese homenaje a las madres.
ResponderEliminarUn abrazo.