EL QUE ORGANIZÓ UN CONCIERTO MUSICAL
[I]
Habíase anunciando una
velada
de grupos
y discjockeys afamados,
a precios
realmente abaratados,
por lo que
era imposible hallar entrada.
En la
noche del día convenido,
rebasada
la hora del evento,
el
público, nervioso y descontento,
comienza el
abucheo consabido.
Pasado un
tiempo más que prudencial,
entra en
escena el quidam responsable,
y el
silencio, por fin, se restablece.
Acallado
el revuelo general,
el hombre
le dirige al respetable
la justa
aclaración que se merece:
[II]
“¡Señores! —dice el hombre
gravemente—,
la velada
no va a tener lugar:
todo ha
sido una estafa peculiar
para pagar
mis deudas. Francamente,
pueden
hacer conmigo lo que quieran.
Si me
matan están en su derecho:
soy único
culpable de este hecho.
Lo siento por
mis hijos, que me esperan”.
El público
se muestra tolerante;
al fin y
al cabo, tanto no han pagado,
y decide
evacuar sin más reproche.
Al verse perdonado,
el anunciante
vocea con arrojo
inusitado:
“¡Que el
domingo hay función de tarde y noche!”