viernes, 8 de marzo de 2013


      
Pelargón, Nativa, leche humanizada…
donde esté la teta de una madre…:
la otra teta (evidentemente). ¡Buen finde!


EL ANTOJO DE UN HOMBRE HUERFANITO

              [I]
En un vagón de tren de estrecha vía,
la madre de un bebé, todo dulzura,
ateta con cariño a su criatura
que mama con normal glotonería.

Testigo de la escena, un pasajero
que ocupa plaza frente al atetado,
parece recrearse ensimismado.
La mujer le reprende: “¡So grosero!”

Oído aquel insulto radical,
el hombre se sincera de inmediato:
“Señora, no me juzgue usted tan mal

Escuche, por favor, este alegato:
jamás probé la leche maternal,
que solo conocí la de orfanato.

                [II]
De ahí que haya mirado sin obstancia
la escena del atete de su niño,
y, viendo en ese gesto tal cariño,
he vuelto a recordar mi dura infancia”.

Habida la precisa explicación,
expuesta por el dicho convecino,
la mujer se apiadó del orfelino,
y díjole ofreciéndole un pezón:

“Si quiere, pruebe un poco de mi teta,
a ver si se le quita esa añoranza”.
Tras una invitación tan atrevida,

el hombre deja libre su banqueta,
da un paso hacia adelante y se abalanza
dispuesto a darse el gusto de su vida.

                 [III]
Y, asido al buen pezón como una lapa,
el hombre, que no sabe del instinto,
no chupa cual bebé, sino “distinto”:
la teta se le viene y se le escapa.

Cachonda, por el rudo mamoneo
que produce el chupón cuando arremete,
la mujer, que no piensa en el destete,
nota que se le sube un cosquilleo

que luego se le baja a los talones:
“Pídeme lo que quieras, corazón”,
le dice al "huerfanito" la melones.

Y el nota, sin soltarse de la teta,
masculla su deseo, el muy glotón:
“¿No tendrás en el bolso una galleta?”


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