Pelargón, Nativa, leche humanizada…
donde
esté la teta de una madre…:
la otra
teta (evidentemente). ¡Buen finde!
EL ANTOJO DE UN HOMBRE HUERFANITO
[I]
En un vagón de tren de
estrecha vía,
la madre
de un bebé, todo dulzura,
ateta
con cariño a su criatura
que mama
con normal glotonería.
Testigo
de la escena, un pasajero
que
ocupa plaza frente al atetado,
parece
recrearse ensimismado.
La mujer
le reprende: “¡So grosero!”
Oído
aquel insulto radical,
el
hombre se sincera de inmediato:
“Señora,
no me juzgue usted tan mal
Escuche,
por favor, este alegato:
jamás
probé la leche maternal,
que solo
conocí la de orfanato.
[II]
De ahí que haya mirado
sin obstancia
la
escena del atete de su niño,
y,
viendo en ese gesto tal cariño,
he
vuelto a recordar mi dura infancia”.
Habida
la precisa explicación,
expuesta
por el dicho convecino,
la mujer
se apiadó del orfelino,
y díjole
ofreciéndole un pezón:
“Si
quiere, pruebe un poco de mi teta,
a ver si
se le quita esa añoranza”.
Tras una
invitación tan atrevida,
el hombre deja libre su banqueta,
da un
paso hacia adelante y se abalanza
dispuesto
a darse el gusto de su vida.
[III]
Y, asido al buen pezón
como una lapa,
el
hombre, que no sabe del instinto,
no chupa
cual bebé, sino “distinto”:
la
teta se le viene y se le escapa.
Cachonda,
por el rudo mamoneo
que
produce el chupón cuando arremete,
la
mujer, que no piensa en el destete,
nota que
se le sube un cosquilleo
que
luego se le baja a los talones:
“Pídeme
lo que quieras, corazón”,
le dice
al "huerfanito" la melones.
Y el
nota, sin soltarse de la teta,
masculla
su deseo, el muy glotón:
“¿No
tendrás en el bolso una galleta?”
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