martes, 30 de julio de 2013


EL VENTERO, SU HIJA Y EL DIPLOMA

Un hombre que cenaba en una venta,
preguntaba el porqué del tratamiento
que el titular de aquel hospedamiento
le daba a una solícita sirvienta.
     
Diploma, pon la mesa; lleva vino.
Diploma, falta pan en ese cesto.
Diploma, ven aquí, recoge esto”.
El ventero le dijo en plan ladino:

“La mamá de esta niña, caballero,
—que es nuestra cocinera, e hija mía—
se nos marchó a Madrid un año entero

a sacarse un diploma de trabajo.
Al cabo de ese tiempo, volvió un día,
y... mire "usté" el diploma que nos trajo”.

lunes, 22 de julio de 2013


UN TORO QUE EN EL CAMPO ANDABA SUELTO
Un lunes, encontrándose en el bingo,
un asiduo contaba a otro cliente
una historia curiosa y sorprendente
que le ocurrió la tarde del domingo:

"Estábamos comiendo en un gran prado,
cuando aparece un toro entre unas matas
con los cuernos más grandes que las patas.
Menos mal que venía mi cuñado

que, echándose en la cara de aquel toro,
le dio diez muletazos a su antojo".
Y el otro le pregunta vacilante:

"¿Su cuñado es torero como El Soro?"
Y dice el hombre: "No, que es practicante;
pero lleva muletas porque es cojo".

lunes, 8 de julio de 2013


         La versión en chiste me llega a través de Elisa Moreno Pascual,  compañera de mi mujer  en  las tareas de doma de niños.
A ellas y a mi hermana Lucia, que hoy cumple años, va dedicado este chisneto.


TRES MUJERES QUE ENTRARON EN UN CEMENTERIO

                              [I]
Tres mujeres que vuelven en un coche,
después de haber estado en un congreso,
proponen, al unísono, un receso
para hacer un pipí, en plena noche.

Una de ellas descubre, por azar,
una lápida fría. ¡Cielo santo:
sin querer han hollado un camposanto!
Las tres salen corriendo, sin dudar.

Con sus “prendas”, apenas colocadas,
se meten en el coche a toda prisa,
y regresan a casa y al marido.

Temiendo que las tomen por chifladas
y ser motivo, así, de alguna risa,
se callan la experiencia que han vivido.

                      [II]
Se encuentran los maridos, otro día,
en el bar de costumbre, y el primero
comienza con un tono lastimero:
«A saber dónde estuvo mi María

la noche que volvieron del congreso,
que vino con las bragas del revés».
El segundo apostilla: «Pues, tú ves,
mi esposa no las trajo de regreso».

Y apunta el otro esposo vehemente:
«Lo vuestro todavía tiene un pase;
a la mía, la he dado por perdida.

Cuando volvió traía, justamente
un lazo entre las bragas, con la frase
Recuerdo de tu Juan que no te olvida ».