viernes, 27 de enero de 2017

EL ANCIANO Y LA RANITA ENCANTADA


 Recibo la historia “original” en el móvil. 
La paso a otros comunicantes, y algunos encuentran
cierto sesgo sexista ofensivo.
    Me lo hacen saber y, elimino la parte más
 discutible de la misma, para hacer un chisneto,
que dedico a mi amigo y compañero, Juan Torres,
a otro amigo y valedor académico,  
José Mari Fernández, y a su esposa, Merce.

      Y también, cómo no, a mi hijo Enrique
 en su treinta y dos aniversario.

                   [I]

Un viejo caminante paseaba,
cuando una débil voz le susurró
desde el suelo. El anciano se agachó,
y vio que era una rana la que hablaba:

«Has de saber que soy una princesa
erótica, hermosa y sensual,
y curtida en el arte sexual.
La maldad de una reina diablesa,

que envidiaba mi encanto deslumbrante,
me hizo víctima suya. En su locura,
me convirtió en ranita en un instante.

El antídoto existe –le asegura–:
con el beso de un valeroso amante,
recobraré mi original figura.


                   [II]

»Si lo haces por mí, yo habré de darte
placeres como nunca conociste;
siempre estarás contento, nunca triste,
y estaré junto a ti, para cuidarte».

El anciano recoge la ranita,
y se la guarda dentro de un bolsillo.
La rana, que no entiende el jueguecillo,
asoma la cabeza, y luego grita:

«¿Es que acaso no quieres darme el beso?».
«Claro que no –responde el hombre, afable–,
a mi edad no sería muy normal.

Prefiero renunciar a todo eso
de vivir una orgía sexual,
y tener una rana que me hable».








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