jueves, 29 de agosto de 2013


        No caí en dedicar el anterior chisneto a Carlos, mi peluquero y amigo desde hace ya algún tiempo.
Como reparación, y recordándole que hay más melones que princesitas, le dedico esta


UNA NUEVA VERSIÓN DE CENICIENTA
Hago de Cenicienta una versión
que nunca nos contó el original;
tiene una novedad excepcional:
cambia la calabaza por melón.

Esto que no se dijo, y ahora digo,
es del hada madrina a la doncella:
“En cuanto den las doce, niña bella,
se trocará en melón tu joven higo”.

Resultó que, al final de la comida,
el principito azul se relamía
comiéndose un melón —azúcar pura—.

Cenicienta miraba seducida,
viendo aquella boquita que comía,
y tuvo una visión un tanto impura.

El príncipe miróla dulcemente
y luego preguntóle gravemente:
“Cenicienta, ¿a qué hora te marchabas?;

son cerca de las doce, ¿lo olvidabas?”
La joven puso cara de desgana
y respondió al doncel con voz suave:

“No lo sé, majestad, nunca se sabe;
¿a las cinco o las seis de la mañana?



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