domingo, 21 de agosto de 2016

EL BORRACHO QUE JUGABA EN UNA TÓMBOLA


         Termina la Feria de Málaga, y cumplo con la palabra dada a uno de mis mejores oponentes de Apalabrados. Ramón, aquí tienes el chisneto prometido. Un abrazo.


Era el último día de festejos.
Los feriantes guardaban sus enseres,
se retiraban hombres y mujeres,
niños y niñas, jóvenes y viejos.

Un borracho, metido ya en “materia”,
bebido como cuba de Jumilla,
rezumando buen fino y manzanilla,
andaba, a trompicones, por la feria.

Llegado hasta una tómbola estridente,
Y, en busca de un regalo extraordinario,
compró cien o doscientas papeletas,

logrando un solo premio, finalmente.
Conclusión: se dejó medio salario
y tiró a la basura sus pesetas.

                          [II]
Por aquello de ser último día
y tener casi todo empaquetado,
a la hora de darle lo ganado,
el ruidoso feriante le ofrecía:

«¿Qué regalo prefiere el caballero
un paquete sorpresa, o «la chochona”?»
Pensando que sería una “litrona”,
el borracho se queda lo primero.

Habría que decir que la sorpresa
que escogió era solo una tortuga,
de esas de concha grande y mucha arruga.

El borracho la mira y la sopesa
y se va con su carga en buenahora,
para volver, pasada media hora.

                          [III]
Se acerca por la tómbola, de nuevo,
y pide otras doscientas papeletas.
Y el borracho se queda sin pesetas
pero piensa: «Esta vez sí me lo llevo».

Y así fue, pues al cabo, lo consigue,
un premio entre doscientos papelillos.
Al pobre se le encienden los ojillos,
pensando en el regalo que persigue.

«¿Qué puedo darle ahora a este borracho?»,
se pregunta el feriante preocupado.
El otro, que no sale de su empacho

le larga el parlamento preparado:
«Dame otro bocadillo que me voy;
pero en este, que el pan sea de hoy».




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