AL VIEJO BLOG
[I]
Con el siguiente relato —de tintes pseudodramáticos, y algunas pinceladas de comicidad— recupero el espíritu original
del tradicional cuaderno de bitácora, y lo hago, para contar una enojosa
situación que comienza el pasado día uno de noviembre hacia las nueve de la mañana,
con una llamada de teléfono de mi amigo y vecino Paco, desde el campo.
—Ricardo, soy
Paco; mira, que he visto abierta tu puerta de abajo, y he pensado que estabas
en la casa y me he dicho “voy a ver si el míster me invita a un ponche”; pero,
tío, me he encontrado con la puerta de hierro destrozada, y la habitación llena
de cosas tiradas por el suelo. Al "Maúro" también le han entrado en la suya.
—Vale, Paco. Tranquilo,
voy para allá.
—¿Qué pasa?
—pregunta mi mujer, copiloto en la partner.
—Nada (sic), que
dice Paco que han entrado en nuestra casa y que está todo por medio. A Manuel
también le han entrado.
—¡Vaya por
Dios! ¡Cómo lo habrán dejado todo! Menos mal que no nos hemos ido de puente, si
no… ya ves tú, los niños…
—Bueno, esperemos
que no hayan hecho mucho destrozo.
—Los muebles
nuevos... No es que valgan mucho; los compramos en Ikea y los montó Enrique (nuestro
hijo), pero quedaban tan bonitos…
(Autovía y carril de montaña. Media hora de preguntas sin
respuestas y de cortos silencios. Llegamos a Chapera, Parque natural)
—Hola, Paco, ¿qué hay?
—"Míster", mira
lo que te han hecho. Arriba también han estado, pero han entrado con las llaves
que tenías en la pared, al lado de la puerta, y no te han roto nada.
(Toma de contacto visual con el tsunami de objetos diversos y ropa
tirados por el suelo)
—¡Ay,
Dios mío!, ¡cómo está todo!
—Tranquilízate,
cariño, peor hubiera sido si nos coge aquí.
—Eso
no —dice Paco— si llegáis a estar aquí, entonces no entran. Esa gente tira piedras, o dan
voces, para ver si hay alguien en las casas. Si comprueban que no hay nadie,
entonces sí entran. Si yo los veo, pego un tiro al aire y les digo "esto es lo que hay, y si no os vais, el segundo os lo pego a vosotros". Y ya lo
creo que se van.
—Sí,
Paco, tú tienes escopeta y permiso de armas, pero yo… ¡Hay que ver cómo está esto! Bueno, vamos a ver cómo
están las habitaciones de arriba.
(Subimos los tres —yo el último, por lo de mi cojera—. No hay desorden;
solo ausencia de algunos objetos: dos lámparas de mesita de noche, dos juegos
de cama y una colcha —todo recién comprado; aunque nos han dejado los tiques de compra, todo un detalle—, un “pica-pica” y un “guarrito”… No apreciamos otras faltas)
—Al "Mauro" se
le han comido media morcilla que había dejado ayer en la nevera; además le han
quitado unas cuantas latas de conservas, algunas herramientas y una motosierra pequeña —apunta Paco.
—A nosotros
también. Ya hemos visto cómo ha quedado la despensa. De los botes de atún no
han dejado ni uno; además, se han llevado una sartén y dos cacerolas sin estrenar...
(Bajamos —yo el último, por la misma razón que al subir—. Vemos que la
puerta metálica del trastero también la han reventado y se han llevado la
mayoría de las herramientas que guardábamos en él)
—Lo peor es el
desorden. ¡Cómo lo han dejado todo! —dice mi mujer.
—Paco, ¿quieres
una cerveza de las tuyas? —(Es verdad que son suyas: él las compra, y suele
guardarlas en nuestra nevera. Así, cuando nos visita, bebe de lo suyo; es su costumbre). Abro el frigo: sorpresa. —Lo siento, Paco, no queda
ni una.
—¿Que no
quedan; pero..., si traje una caja hace una par de días.
—Ya lo sé, Paco; pero, mira, ahí en el suelo está el cartón vacío. Se las han llevado todas.
—Paco se altera un poco pero no suelta taco alguno; en eso, y en otras muchas
cosas, es una persona correctísima— ¿Quieres un ponche?
—Sí, "míster",
ponme un ponche.
Nuevamente abro el frigo y veo
que el hueco en el que solemos dejar la botella está vacío.
—También se han
llevado la botella de ponche.
—No
me digas que se han llevado mi ponche; ¡serán…!
—No,
no. Mira, está ahí, encima de la mesa, debajo de esa camisa (Paco rescata la botella con un gesto de victoria); pero mi coñac si que se lo han llevado,
y las botellas de tinto, y la que tenía de adorno en el zueco que nos regaló un amigo de
Rennes, también se la han llevado.
—"Míster",
te aseguro que no son moros. Si se han llevado las cervezas, el vino, el
coñac…, y se han comido la morcilla del "Mauro", no son moros. Los moros no
beben alcohol no comen jalufo (bueno Hamed, el de la venta, sí; pero ese ya es como un cristiano). Y, el gallinero… ¿has mirado a ver (sic) si se han llevado alguna
gallina o algún gallo?
—No —respondo un tanto distraído.
(Vamos hacia el gallinero. Las recientes lluvias han removido el
terreno y el recinto “canta” por gallinerías)
—No,
no. Aquí no han entrado. No hay bajas.
—Entonces, "míster", los ladrones tampoco son gitanos; porque a los gitanos las gallinas… Vaya,
que no dejan escapar ni una. Esos han sido rumanos. Seguro que han sido rumanos.
(Reflexión general: si, a unos, por una parte, les va la pringue y el
alcohol, y los otros no se han llevado ni un solo plumíferos, por una simple regla
de descarte culinario-zoológico, excluimos a ambos grupos; así que, deducimos
que han sido rumanos ¿quiénes si no?)
—Bueno, Paco; ya hemos visto cómo está todo. Mari Carmen y yo vamos a ir a denunciarlo
a la policía. En cuanto lleguemos adonde haya cobertura les llamaremos y
vendrán inmediatamente. (¡Qué ingenuo puede llegar a ser un aficionado a las
series americanas de polis y ladrones!). ¿Puedes quedarte aquí hasta que volvamos?; aunque, si tienes que irte, cierra con un alambre, o con lo que sea para que no entren los
gatos…(no son nuestros, pero como les damos de comer, en cuanto nos oyen, acuden a la casa).
—Tranquilo, "míster", aquí os espero.
(Diez y media de la mañana. Curva de Lo Míguez, Arroyo Chapera, ahí
suele haber cobertura. Primera llamada al 062)
—Buenos
días, Guardia Civil, dígame.
—Buenos
días. Mire, hemos sufrido un asalto a una casita que tenemos en el campo…
—¿En
qué zona está?
—En Arroyo
Chapera; en la parte que pertenece a Málaga. (Tengo que decir que la margen derecha del río depende administrativamente de Casabermeja, y la izquierda de Málaga).
—En ese caso
tiene que llamar a la Policía Nacional, al 091.
—Entonces
ustedes ¿no?
—No señor, no.
—Yo creía que
como se trataba de una zona rural, el Seprona…
—Pues no, no.
Llame usted a la Policía.
—Muchas
gracias.
—¿Qué te han
dicho? —pregunta mi mujer.
—Que llame al
091, que esto es caso para la policía. Voy a llamar. —Marco el 091; un par de tonos.
Voz femenina:
—Emergencias
112. ¿En qué puedo atenderle?
—Perdone,
señorita, he llamado a la Policía Nacional y me ha salido Emergencias —intento justificar mi
posible error.
—Sí,
verá, es que en aquellos casos en los que no hay cobertura suficiente, el 112 salta por
defecto. ¿Qué le ocurre? —me pregunta muy amablemente. Le cuento la historia.
—Mire
voy a darle un número para que le atiendan directamente. Tome nota:
952xxxxxx. Pero, antes de llamar, intente encontrar un lugar en el que tenga
suficiente cobertura.
—Muchísimas
gracias, señorita. Que tenga un buen día.
—¿Qué
te han dicho? —pregunta, nuevamente, mi mujer.
—Que
busque buena cobertura y que llame otra vez al 091; también me han dado un
número de Málaga capital.
(Seguimos hasta llegar cerca de la autovía. Llamo al 091)
—Emergencias
112. ¿En qué puedo atenderle?
—Perdone,
señorita, pero ha vuelto a ocurrir. Hace unos minutos he llamado al 091 y me ha
salido una compañera suya…
—Sí,
es que cuando no hay cobertura suficiente, por defecto salta el 112. ¿Qué le
ocurre? —me pregunta muy amablemente. Cuento una vez más la historia.
— Mire, voy a darle un número para que le atiendan directamente. Tome nota: 952xx...
—Señorita, no
se moleste. Su compañera ya me ha dado ese número. Voy a intentarlo ahora.
—¿Qué te han
dicho? (etc., etc.).
—Voy
a llamar al número de Málaga.
—Podríamos
haber llegado ya a Málaga y haber puesto la denuncia —dice la voz de la
prudencia. Marco el número. Tres tonos.
(Voz grabada que dice más o menos)
—Está usted en
contacto con Policía Nacional. Si conoce la extensión márquela; si desea
denunciar actos terroristas…etc., marque 1. Si desea hablar con un agente
marque 2…
—Voy a marcar
el 2; pero ¿dónde está el 2?, si este teclado es táctil… Seguro que tiene que
haber algún truco para marcar el 2. Mis hijos lo saben, seguro —pienso—. Pulso y
pulso; finalmente pierdo la llamada.
—¿Qué te han
dicho?...
—Cariño, lo
que tú decías: que vayamos a Málaga a poner la denuncia correspondiente.
(CONTINUARÁ)