martes, 27 de noviembre de 2012

       Un compañero muy guasón va a ir a Cuba a ver a unos colegas de toda la vida, y me pregunta que si quiero algo para Fidel. Lo dice por un chisneto que hice tiempo atrás, y que ahora cuento y re-publico. Va por él, por todos los lectores, y, en especial, por mis alumnas "mayores", junto con la invitación-obligación de comentar, las figuras (de estilo, lógica, dicción...) que aparecen en la historia. 


UN DEVOTO FRANQUISTA SE MORÍA

                 [I]

Habiéndole llegado ya su hora,
un devoto franquista se moría,
y, en tan triste momento, así decía
a su amable y solícita señora:

“Acércame la foto del Caudillo
que quiero despedirme en este trance,
y pónmela aquí cerca que la alcance
que voy a darle un beso de tornillo”.

La solícita esposa, a lo pedido
quiso dar cumplimiento sin tardanza.
Mas, luego de buscar bastante rato,

tuvo que trasmitir a su marido,
que no halló rastro alguno del retrato:
¿acaso se perdió en una mudanza?

                 [II]

El enfermo, ante tal contrariedad,
puso cara de pena y de quebranto;
y, entre queja, dolor y algo de llanto,
le dijo a su mujer con levedad:

“Arriba en el tercero vive Soto,
fue sargento del Tercio Legionario.
Es un hombre cabal y solidario;
pregúntale si tiene alguna foto.

Dile que te la preste un momentito:
quiero decirle adiós a su Excelencia
y honrarle con un beso, que me muero”.

La mujer, recibido el encarguito,
armada de moral y de paciencia,
fue a preguntar al hombre del tercero.

                 [III]

El viejo militar la oyó un momento,
luego dijo con pena y con pasión:
“Esa foto se la llevo el ladrón
que me robó hace un año. Lo lamento”.

“¡Qué desgracia, que gran contrariedad!
—exclamó la mujer desconsolada—.
Mi marido se muere y yo por nada
quisiera quebrantar su voluntad”.

El novio de la muerte, conmovido,
le dijo a la mujer: “Tengo entendido
que vive en nuestro bloque una vecina

que trabaja en un club en el que alterna.
Ella tiene tatuada en la entrepierna
la cara del Caudillo, en tinta china”.

                 [IV]

La esposa prosiguió con  su pesquisa.
Si la tal accedía, el moribundo
se iría satisfecho de este mundo,
cumplido su capricho de franquista.

El dar con la muchacha fue una suerte:
aceptó y ante el lecho se plantó
con las piernas abiertas. Y el gachó,
que estaba ya a las puertas de la muerte,

al verlas se animó: “Adiós, Caudillo,
te beso con respeto y reverencia”.
Y, al tiempo que expresaba su sentencia,

observó, por el rabo del ojillo,
tatuado en la pierna compañera,
a José Antonio Primo de Rivera.

                 [V]

Al hombre, la visión del falangista
le mejoró un poquito, francamente,
por ello se expresó sinceramente:
“Político intachable, idealista,

instaurador de la Falange eterna,
¡qué pronto te han echado en el olvido!
Con este honroso beso me despido”.
Y le soltó otro beso a la otra pierna.

Pero estando en tan raro besuqueo,
vislumbró la prolífica pelambre
que cubría el entorno de aquel cono:

“Aunque sé que eres malo —dijo— y feo,
y dejas que tu pueblo pase hambre,
Fidel Castro, te beso, y te perdono”.




2 comentarios:

  1. Hace ya bastantes dís que no veo el MIRADOR y con gran estupefacción me he encontrado eatos chisnetos que no puedo comentar al venir de tal maestro, me han hecho reirme más, que me reí aquellos tiempos.
    Un abrazo.
    Mª Eugenia

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  2. Con este simpático chisneto
    me he reído largo rato,
    vaya con el devoto franquista
    que besucón se despidió del triunvirato.
    Un abrazo.
    Maruja

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