viernes, 9 de noviembre de 2012


AL VIEJO BLOG

[I]

Con el siguiente relato —de tintes pseudodramáticos, y algunas pinceladas de comicidad— recupero el espíritu original del tradicional cuaderno de bitácora, y lo hago, para contar una enojosa situación que comienza el pasado día uno de noviembre hacia las nueve de la mañana, con una llamada de teléfono de mi amigo y vecino Paco, desde el campo.

—Ricardo, soy Paco; mira, que he visto abierta tu puerta de abajo, y he pensado que estabas en la casa y me he dicho “voy a ver si el míster me invita a un ponche”; pero, tío, me he encontrado con la puerta de hierro destrozada, y la habitación llena de cosas tiradas por el suelo. Al "Maúro" también le han entrado en la suya.
—Vale, Paco. Tranquilo, voy para allá.
—¿Qué pasa? —pregunta mi mujer, copiloto en la partner.
—Nada (sic), que dice Paco que han entrado en nuestra casa y que está todo por medio. A Manuel también le han entrado.
—¡Vaya por Dios! ¡Cómo lo habrán dejado todo! Menos mal que no nos hemos ido de puente, si no… ya ves tú, los niños…
—Bueno, esperemos que no hayan hecho mucho destrozo.
—Los muebles nuevos... No es que valgan mucho; los compramos en Ikea y los montó Enrique (nuestro hijo), pero quedaban tan bonitos…

(Autovía y carril de montaña. Media hora de preguntas sin respuestas y de cortos silencios. Llegamos a Chapera, Parque natural)

—Hola, Paco, ¿qué hay?
—"Míster", mira lo que te han hecho. Arriba también han estado, pero han entrado con las llaves que tenías en la pared, al lado de la puerta, y no te han roto nada.

(Toma de contacto visual con el tsunami de objetos diversos y ropa tirados por el suelo)

            —¡Ay, Dios mío!, ¡cómo está todo!
            —Tranquilízate, cariño, peor hubiera sido si nos coge aquí.
            —Eso no —dice Paco— si llegáis a estar aquí, entonces no entran. Esa gente tira piedras, o dan voces, para ver si hay alguien en las casas. Si comprueban que no hay nadie, entonces sí entran. Si yo los veo, pego un tiro al aire y les digo "esto es lo que hay, y si no os vais, el segundo os lo pego a vosotros". Y ya lo creo que se van.
            —Sí, Paco, tú tienes escopeta y permiso de armas, pero yo… ¡Hay que ver cómo está esto! Bueno, vamos a ver cómo están las habitaciones de arriba.

(Subimos los tres —yo el último, por lo de mi cojera—. No hay desorden; solo ausencia de algunos objetos: dos lámparas de mesita de noche, dos juegos de cama y una colcha —todo recién comprado; aunque nos han dejado los tiques de compra, todo un detalle—, un “pica-pica” y un “guarrito”… No apreciamos otras faltas)

—Al "Mauro" se le han comido media morcilla que había dejado ayer en la nevera; además le han quitado unas cuantas latas de conservas, algunas herramientas y una motosierra pequeña —apunta Paco.
—A nosotros también. Ya hemos visto cómo ha quedado la despensa. De los botes de atún no han dejado ni uno; además, se han llevado una sartén y dos cacerolas sin estrenar...

(Bajamos —yo el último, por la misma razón que al subir—. Vemos que la puerta metálica del trastero también la han reventado y se han llevado la mayoría de las herramientas que guardábamos en él)

—Lo peor es el desorden. ¡Cómo lo han dejado todo! —dice mi mujer.
—Paco, ¿quieres una cerveza de las tuyas? —(Es verdad que son suyas: él las compra, y suele guardarlas en nuestra nevera. Así, cuando nos visita, bebe de lo suyo; es su costumbre). Abro el frigo: sorpresa. —Lo siento, Paco, no queda ni una.
—¿Que no quedan; pero..., si traje una caja hace una par de días.
—Ya lo sé, Paco; pero, mira, ahí en el suelo está el cartón vacío. Se las han llevado todas. —Paco se altera un poco pero no suelta taco alguno; en eso, y en otras muchas cosas, es una persona correctísima— ¿Quieres un ponche?
 —Sí, "míster", ponme un ponche.
Nuevamente abro el frigo y veo que el hueco en el que solemos dejar la botella está vacío.
 —También se han llevado la botella de ponche.
             —No me digas que se han llevado mi ponche; ¡serán…!
            —No, no. Mira, está ahí, encima de la mesa, debajo de esa camisa (Paco rescata la botella con un gesto de victoria); pero mi coñac si que se lo han llevado, y las botellas de tinto, y la que tenía de adorno en el zueco que nos regaló un amigo de Rennes, también se la han llevado.
           —"Míster", te aseguro que no son moros. Si se han llevado las cervezas, el vino, el coñac…, y se han comido la morcilla del "Mauro", no son moros. Los moros no beben alcohol no comen jalufo (bueno Hamed, el de la venta, sí; pero ese ya es como un cristiano). Y, el gallinero… ¿has mirado a ver (sic) si se han llevado alguna gallina o algún gallo?
             —No —respondo un tanto distraído.

(Vamos hacia el gallinero. Las recientes lluvias han removido el terreno y el recinto “canta” por gallinerías)

             —No, no. Aquí no han entrado. No hay bajas.
           —Entonces, "míster", los ladrones tampoco son gitanos; porque a los gitanos las gallinas… Vaya, que no dejan escapar ni una. Esos han sido rumanos. Seguro que han sido rumanos.

(Reflexión general: si, a unos, por una parte, les va la pringue y el alcohol, y los otros no se han llevado ni un solo plumíferos, por una simple regla de descarte culinario-zoológico, excluimos a ambos grupos; así que, deducimos que han sido rumanos ¿quiénes si no?)

          —Bueno, Paco; ya hemos visto cómo está todo. Mari Carmen y yo vamos a ir a denunciarlo a la policía. En cuanto lleguemos adonde haya cobertura les llamaremos y vendrán inmediatamente. (¡Qué ingenuo puede llegar a ser un aficionado a las series americanas de polis y ladrones!). ¿Puedes quedarte aquí hasta que volvamos?; aunque, si tienes que irte, cierra con un alambre, o con lo que sea para que no entren los gatos…(no son nuestros, pero como les damos de comer, en cuanto nos oyen, acuden a la casa).
            —Tranquilo, "míster", aquí os espero.

(Diez y media de la mañana. Curva de Lo Míguez, Arroyo Chapera, ahí suele haber cobertura. Primera llamada al 062)

            —Buenos días, Guardia Civil, dígame.
        —Buenos días. Mire, hemos sufrido un asalto a una casita que tenemos en el campo…
            —¿En qué zona está?
—En Arroyo Chapera; en la parte que pertenece a Málaga. (Tengo que decir que la margen derecha del río  depende administrativamente de Casabermeja, y la izquierda de Málaga).
—En ese caso tiene que llamar a la Policía Nacional, al 091.
—Entonces ustedes ¿no?
—No señor, no.
—Yo creía que como se trataba de una zona rural, el Seprona…
—Pues no, no. Llame usted a la Policía.
—Muchas gracias.
—¿Qué te han dicho? —pregunta mi mujer.
—Que llame al 091, que esto es caso para la policía. Voy a llamar. —Marco el 091; un par de tonos. Voz femenina:
            —Emergencias 112. ¿En qué puedo atenderle?
            —Perdone, señorita, he llamado a la Policía Nacional y me ha salido Emergencias —intento justificar mi posible error.
            —Sí, verá, es que en aquellos casos en los que no hay cobertura suficiente, el 112 salta por defecto. ¿Qué le ocurre? —me pregunta muy amablemente. Le cuento la historia.
            —Mire voy a darle un número para que le atiendan directamente. Tome nota: 952xxxxxx. Pero, antes de llamar, intente encontrar un lugar en el que tenga suficiente cobertura.
           —Muchísimas gracias, señorita. Que tenga un buen día.
           —¿Qué te han dicho? —pregunta, nuevamente, mi mujer.
         —Que busque buena cobertura y que llame otra vez al 091; también me han dado un número de Málaga capital.

(Seguimos hasta llegar cerca de la autovía. Llamo al 091)

             —Emergencias 112. ¿En qué puedo atenderle?
          —Perdone, señorita, pero ha vuelto a ocurrir. Hace unos minutos he llamado al 091 y me ha salido una compañera suya…
          —Sí, es que cuando no hay cobertura suficiente, por defecto salta el 112. ¿Qué le ocurre? —me pregunta muy amablemente. Cuento una vez más la historia.
             — Mire, voy a darle un número para que le atiendan directamente. Tome nota: 952xx...
 —Señorita, no se moleste. Su compañera ya me ha dado ese número. Voy a intentarlo ahora.
 —¿Qué te han dicho? (etc., etc.).
             —Voy a llamar al número de Málaga.
           —Podríamos haber llegado ya a Málaga y haber puesto la denuncia —dice la voz de la prudencia. Marco el número. Tres tonos.

(Voz grabada que dice más o menos)

—Está usted en contacto con Policía Nacional. Si conoce la extensión márquela; si desea denunciar actos terroristas…etc., marque 1. Si desea hablar con un agente marque 2…
—Voy a marcar el 2; pero ¿dónde está el 2?, si este teclado es táctil… Seguro que tiene que haber algún truco para marcar el 2. Mis hijos lo saben, seguro —pienso—. Pulso y pulso; finalmente pierdo la llamada.
—¿Qué te han dicho?...
—Cariño, lo que tú decías: que vayamos a Málaga a poner la denuncia correspondiente.

(CONTINUARÁ)

2 comentarios:

  1. ¡CELEBRARON BIEN EL DÍA FESTIVO! MENOS MAL QUE LOS HUESOS DE SANTO NO ESTABAN ALLÍ, QUE CON EL PRECIO QUE TIENEN HUBIERAN HECHO EL AGOSTO EN NOVIEMBRE.
    Mª E.

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  2. Post relacionado directamente con el anterior: el estado de necesidad de la gente.

    Luego observo un optimismo visceral en cuanto que te van a atender diligentemente...; en que has tenido mala suerte en la zona elegida para la casa rural: no cae en demarcación de la guardia civil de Casabermeja y ¡¡¡lo que es más grave, sin COBERTURA, alma de Dios!!!

    Lo de la cojera, lo ignoraba, ¿menisco?

    Un abrazo y que ni Mª Carmen ni tú os suméis en la depresión post robo

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