PARQUE DE
MÁLAGA
(a Baltasar Ramos Maldonado,
mi amigo Balti)
Cuando
tenía entre diez y doce años, solía ir cada domingo con mi amigo Balti a pasear
por Gibralfaro, por el puerto, o por el parque.
Piñas
secas, cangrejos mutilados y rosas ajadas representaban, las más de las veces,
el fruto de aquellos paseos por entre los pinares de la vieja fortaleza, los
muelles del tranquilo puerto, o el abierto jardín con cientos de especies
vegetales que, en los días de estío, nos obsequiaba con una reposada sombra, o
con un relente húmedo y salado.
Un
día de diciembre, cercana ya la noche, Balti y yo nos atrevimos a cortar de un
rosal de los jardines de don Pedro Luis Alonso, dos rosas de pasión. Tras una
larguísima carrera en la que pensábamos que nos perseguían todos los guardas
del parque, llegamos, sin parar, hasta el Puente de la Aurora, el que dividía
la ciudad en burguesa y proletaria.
Allí,
a unos cien metros de nuestras casas, dejamos de correr y nos confiamos el uno
al otro la intención de aquel hurto: habíamos conseguido nuestra flor como
regalo en el día de la madre, por
aquel entonces, la festividad de la Inmaculada Concepción.
Quiero devolverte ahora, querido parque,
amigo desde mi infancia, el préstamo que me hicieras hace ya muchos años, y
quiero hacerlo con este poema que, a modo de flor deshojada, lanzo al viento
para que sus palabras inunden cada rincón de tu centenario recinto que tantos
secretos conoce de cada uno de nosotros.
PARQUE
DE MÁLAGA
Parque de mil especies delicadas
Aclimatadas a un fecundo suelo
Regado por el hombre y por un cielo
Que cuidan de tus flores perfumadas.
Ufano bosquecillo que atemperas,
En los días de cálido verano,
Dulce, la brisa ardiente del solano
Exhalando fragancias placenteras.
Mientras granan en plácida espesura
Álamos, yucas, verdes limoneros,
La tarde te adormece en corto sueño.
A un tiempo, con sus trinos de dulzura,
Gorjean, entre rosas, los jilgueros.
Así eres tú, mi parque malagueño.
Ricardo
Redoli Morales